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domingo, 26 de junio de 2011

CORPUS CHRISTI TOTUS EST

Cuatro días antes del jueves que ha vuelto a brillar más que el sol, el señor alcalde y un puñado de concejales subieron a la Academia de Infantería y, más chulos que un ocho vestido de domingo, juraron bandera con toda solemnidad.
Está visto que, a unos con el canguelo y a otros con la nostalgia, el ejército le sigue marcando el paso a la mayoría de políticos de este país.


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Y ese mismo día, la candidata que no quería ganar (y no ganó), a la pregunta de la periodista, mostró un grado tan alto de entusiasmo que allí mismo, repito, cuatro días antes, prometió que por su remozada mejilla habría de resbalar una lagrimita en el momento en que la banda militar hiciera sonar el himno nacional en honor del Santísimo en la mañana del Corpus.
Una de dos: o esta señora tiene un dominio sobrehumano de sus emociones y sus esfínteres o me malicio que tiene una boca que habla en su nombre sin contar con ella para nada.


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Y no te digo nada cuando se nos aparecen juntos Iglesia y Ejército... ¡Ay, que me da!


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Que digo yo para qué están las leyes y los reglamentos, pues para eso: para ponerle el culo un día al canguelo y otro a la nostalgia.


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Y amaneció el famoso jueves entre bombazos y fragancias vegetales. Y todo discurrió como Dios manda (faltaría más): No se echó de menos la planta retrechera de la nueva presidenta, con su mantillita y su canesú; ni el mitin eclesiástico, ése que sólo se echa desde que nos dejó su Excelencia y la democracia se empeñó en legislar a su aire (cuando la dejan); ni los diversos fantoches que envueltos en los colorines adecuados le dan aguerrida custodia a la custodia...


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Tampoco faltó la homilía de BONO, ESE HOMBRE encaramado al balcón del Gobierno Civil, de la que he de confesar que únicamente entendí que la calle madrileña en que se levanta el Congreso de los Diputados no se llama Carrera de don Jerónimo sino Carrera de San Jerónimo. Y que por algo será.
La verdad, este sujeto, cuando se pone, es realmente brillante. Las cosas como son.


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Quién te ha visto y quién te ve.
Antes Jerónimo con jota,
ahora Gerónimo con ge.

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Esa noche yo tuve un sueño muy hermoso.
Pero eso es cosa mía.


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Pero, con todo, puede que lo más sobresaliente del día fueran las declaraciones del señor alcalde, tan profundo como oportuno, asegurando que "El Corpus es una síntesis perfecta de lo que es Toledo y los toledanos".
Esto es antropología cultural y lo demás tonterías de gente atravesada. Claro que no sé dónde nos dejamos la consabida tabarra de las tres culturas de otras ocasiones. ¡Ah, bueno, que ese día no tocaba!

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Pero, en fin, dejémonos de babosidades y corramos un estúpido velo.

¡Alejémonos de la Edad Media a toda pastilla y volvamos a este XXI de nuestras crisis!
¿O no?



domingo, 12 de junio de 2011

BONO, ESE HOMBRE

Hace ya muchos años que, con la excusa de no recuerdo qué trascendental efeméride, anduvo por los cines de España una película titulada FRANCO, ESE HOMBRE, realizada por un director algo familia, según creo, del fundador de la Falange. En dicha pelicula, aparte de glosar la vida y milagros que llenaban la hoja de servicios del generalote felón, se nos mostraba un retrato formado a base de las cualidades más pretendidamente "humanas" y cotidianas del protagonista.

Pues bien, no es por nada, pero tengo para mí que ya va siendo hora de que alguien se decida a hacer la película de don José Bono antes de que su currículo de gilipolleces sea tan abultado que resulte imposible, corriéndose así el riesgo de perder para la posteridad una colección tan abundante y sustanciosa que parece mentira que sea obra de una sola persona, por muy autocondecorada que esté.

La última de ellas, a propósito de la fallida alcaldía socialista de Illescas, lo retrata como el paradigma de todo lo que en las últimas semanas se ha venido denunciando en las asambleas populares de las plazas de este país. Y eso que de un tiempo a esta parte parecía haberse agotado el saco de las maldades y ocurrencias sin gracia del conocido maestrillo en tejemanejes.

Con ocasión de la toma de posesión del alcalde de Toledo, va el personaje en cuestión y con unos micrófonos delante (fotos y micrófonos, el colmo de sus pasiones/neurosis íntimas), a cuenta de lo sucedido en la capital de la Sagra, suelta la siguiente perla: "A Cayo Lara en IU le hacen menos caso que en mi pueblo a la Cipriana en los títeres". O algo así.

Independientemente de que IU sea una grillera impresentable y de que a la Cipriana en Toledo la conozcamos como la Tomasa, lo cierto es que la frasecita define al señorito en su exacta dimensión política.

Porque no sé si mucha gente se habrá fijado, pero en este país ni Dios habla de política. Aquí sólo se habla del poder. El poder, ése es el tema único y recurrente. Y el señor Bono, como ya se ha dicho, es el mejor ejemplo de esta vieja actitud partidista, con una particularidad que lo singulariza , ya que se trata de un tipo que por no creer no cree ni en partidos ni en nada que no sea él mismo.

No hay más que hacer un ligero repaso a su trayectoria desde que, allá por los años ochenta, fue a dar con sus posaderas en la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. Este individuo, cuyas dotes para el manejo presiento que ni él mismo conocía, fue descubriendo con el paso de los años que no le satisfacía del todo contar con los votos que le daba su izquierdismo guerrista del momento. De modo que, ni corto ni perezoso, decidió ampliar el "caladero" (Bono dixit) en todas direcciones, se dijera lo que se dijera. Y así, desde entonces, lo mismo doraba la píldora a los empresarios a base de sindicalismo joseantoniano, que citaba a Karl Marx si sospechaba que la audiencia iba de izquierdosa; lo mismo regalaba relojes a manos llenas en un alarde de populismo repulsivo, que se carteaba con las monjitas que en las clausuras rezaban por que no dejara desamparada a la tierra y las gentes que tanto le necesitaban; lo mismo acariciaba melífluo la estola de los arzobispos más reaccionarios del orbe vaticano, que evocaba con emoción sin límites las figuras más radicalmente anticlericales, por ejemplo, de la historia de la poesía española del siglo XX. Y todo ello, naturalmente, previa calculada elección del momento y la ocasión electoralmente más rentable.

PORQUE YA QUE LO ÚNICO QUE IMPORTA ES EL PODER, TODOS LOS VOTOS SON MÍOS, MÍOS, MÍOS... Y DE NADIE MÁS.

No importaba lo más mínimo si esta tendencia personalista hacia el partido único conllevaba reinar sobre una dictadura democrática, por así decirlo. Y no son palabras hueras. ¿Quién se atrevía aquí a moverse que no tuviera el placet del Jefe? ¿En qué medio podían verterse opiniones que no fueran de su agrado sin que él o sus sicarios no lo persiguieran hasta arrancarlas de raíz.

Pues bien, ésta es la actitud que mantienen los "grandes" del bipartidismo respecto a los "pequeños". Sobre todo y desgraciadamente en la izquierda, lo que en cierto modo vendría a explicar algunos de los más turbios complejos del PSOE. De manera que esto de los tamaños políticos no es sólo cuestión de una ley electoral injusta, lo que se da por supuesto, sino del estilo de estos funambulistas del poder que no parece sino que han conseguido en una tómbola el título de demócrata: al pequeño, si sostiene ideas o propuestas que ideológicamente dejan al grande con el culo al aire, se le aplasta; si se presenta o se fabrica la oportunidad de comprarlo o corromperlo, se le fagocita o simplemente se le anula; y si fuera el caso de necesitar sus votos para llegar al poder, por ejemplo, de una alcaldía, no hay más que disponer de ellos como y cuando apetece, sin más compromisos ni escrúpulos que valgan. Al fin y al cabo, todas ellas, simples variantes del desprecio.

Son los componentes imprescindibles de esta DEMOCRACIA ARTIFICIAL YA, de la que don José Bono viene a ser por derecho propio uno de los representantes más cualificados, si no el que más.
















































viernes, 10 de junio de 2011

MENTIROSOS

Aquí, todos hablamos de lo mismo y con parecido grado de indignación. Aquí, todos vamos de Pilatos, quiero decir, todos nos lavamos las manos como si ninguno tuviera nada que ver en el asunto. Y, entonces, yo me pregunto:

¿Quiénes son en realidad los corruptos?

¿De dónde sale tanto mangante como llena nuestra vida institucionasl y social? ¿Dónde se acuña tanto impostor?

¿Serán todos ellos acaso una tropa de chinos que se ha adueñado del negocio sin que nos hayamos dado cuenta?

Y, sobre todo, ¿cuántos son? Porque, vamos a ver, digo yo que alguna vez habría que contarlos, aunque sólo fuera por echar un poco de luz sobre la ciencia estadística. O eso, o habrá que concluir en que ésta es una tierra de embusteros redomados.

Me pasa con esto últimamente lo mismo que con los heroicos luchadores antifranquistas. Pasado el tiempo y los riesgos ineherentes al caso han salido a relucir tantos que, si los contáramos, nos encontraríamos con que en su día no habrían cabido en la península ibérica. Falso todo de toda falsedad. Y lo sé de buen a tinta. El cuñado de un vecino de un primo segundo del tercer marido de mi tía abuela Eufemia (q.e.p.d.) jura y perjura que eran cuatro gatos. Y digo yo que algo debe de saber el hombre porque a lo que parece él si estuvo en el ajo. Siete años de cárcel lo atestiguan. Y eso sin contar con que el pájaro se murió en su camita, de un hospital y no muy tranquilito, el pobre, es verdad, pero sí en su camita. Así que menos lobos, Sebastián.

Pero volvamos a nuestro asunto. La cuestión es que a mí, lo que se dice estadísticamente, las cuentas no me salen. Y de verdad que, con la que está cayendo, nada me gustaría más en el caso que me ocupa. Pero, lo dicho, la sencilla ecuación en que me debato no puede ser más elocuente. Por un lado, hace unos días, diversas encuestas nos vienen con que casi un ochenta por ciento de la población española se muestra de acuerdo o muy de acuerdo con la mayoría de las reivindicaciones formuladas por los "Indignados" del 15-M, ya saben, los almacántaros que exigen "democracia real ya". Y, por otro y como todo el mundo recordará, todavía no hace ni tres semanas que se celebraron elecciones municipales y autonómicas en la mayor parte de España con el resultado de todos conocidos y cuyas cifras aún pueden ser contrastadas fácilmente.

Por lo que, naturalmente, ante esas cifras la pregunta se formula por sí sola: Si casi el ochenta por ciento de la población está tan indignado, ¿quién elige a tanto figurón de tan diverso pelaje como pudre el bendito Sistema y con qué porcentaje?

¿No será que es éste un país de estómagos agradecidos?

¿O acaso será que no somos más que una enorme peña de chaqueteros y emboscados que dicen una cosa y hacen otra?

¿O será que, siendo una banda de sumergidos mucho más amplia de lo que suele creerse, nos explayamos cuando un extraño con un cuaderno o un micrófono nos pregunta garantizándonos el anonimato?

¿No será que, aun produciéndonos asco los males que aquejan al dichoso Sistema, para nosotros lo principal es pensar que tal vez un día podamos usarlos en nuestro provecho, que nunca se sabe?

¿O no será, sencillamente, que, al igual que Belén Esteban, el tal sistema nos divierte hasta partirnos el culo aunque en el fondo nos repugnen sus fallos y pestilencias?

Pero no.

Lo que sucede, y no hace falta ser un lince para verlo, es que aquí todo el mundo miente. Miente votando por lo que pueda caer. O miente no votando al tiempo que se engaña a sí mismo por aquello de la repulsión que me causa esta merienda de negros. O bien miente cuando se indigna pero no se ve dotado para indignarse cuando miente. Y, por supuesto, miente cuando le dicen que es para una encuesta, ya que no es lo mismo opinar, un suponer, sobre diferentes clases de vino que sobre los arreglos nasales de Belén Esteban. ¿O era del dichoso Sistema de lo que hablábamos? El amable visitante sabrá perdonarme, pero puedo asegurar que con tanto ajetreo mental a veces me siento incapaz de distinguir al uno de la otra.
El caso es que, a la vista de semejantes distorsiones estadísticas, uno no puede evitar hacerse sus muy particulares consideraciones.

Unamuno, un moralista atormentado del que hoy nadie se acuerda, impenitente militante de la desesperanza, señaló hace muchos años la envidia como el rasgo que caracterizaba, según él casi genéticamente, el comportamiento de los españoles. De ahí la tendencia cainita que había llenado la historia patria de tantos y tan trágicos enfrentamientos.

Y es en este momento cuando trato de recordar quién era el que decía que la raza hispana no evoluciona. Pues bien, ahí lo tenemos.

Lo cierto es que este pueblo no es que bata cada día marcas de incultura y estupidez, que también, sino que está perdidito de mentiras y mentirosos. Y no sé yo qué será peor.

¿Será por esto, en fin, por lo que algunos le han despojado del nombre y lo han llamado "ciudadanía"?




NOTA: Aquí, entre nosotros, ésta es la razón por la que estoy convencido de que el 15-M morirá de inanición a no tardar demasiado. Contra una "ciudadanía" que disfruta mintiendo y engañándose a sí misma como lo hace la española no hay movimiento que valga, por muy cargado de verdad y justicia que se manifieste.















viernes, 3 de junio de 2011

REQUETEMIAU

No consta si, antes de pegarse un tiro, don Ramón Villaamil tuvo que pasar el trago de una noche electoral contraria a sus apetencias. Don Benito Pérez Galdós, tan explícito para otras cuestiones, no nos dice nada al respecto. Así que, haciendo uso de la libertad que por omisión el cronista nos otorga, hemos de suponer que el pobre don Ramón se quedó sin ocupación a consecuencia de un hecho similar.



Muchos años después, en una aciaga noche de mayo del año 2011, Moncho Villaamil, tataranieto de don Ramón, esperó, primero con inquietud y después con creciente ansiedad, que las cifras de los resultados electorales dieran un giro que enderezara la tragedia que a pasos agigantados se instalaba en sus tripas. Las horas pasaban y los resultados, no sólo no giraban, sino que implacables aumentaban el peso de la derrota.



Ante la pantalla gigante de televisión en que se mantenían desde hacía diez minutos los números definitivos así de la capital como de los principales pueblos de la provincia, el Vicesecretario Provincial del partido y Asesor para Cuestiones Muy Escabrosas, desalentado, admitió por fin que todo el pescado estaba vendido. Así que no quedaba otra que repirar hondo, restregarse los ojos de la incredulidad y pensar en volver a casa a buscar el viejo ejemplar de Miau, el mamotreto en el que se contaba la historia de su antepasado. Y no porque quisiera revisar algún pasaje en especial, ya que no lo había leído, sino como reconocimiento de que la jornada electoral se había convertido en una cuestión familiar.



Tratando de recordar los detalles de su peripecia, por primera vez en su vida pensó que acaso eso de leer era más importante de lo que siempre había creído. Sin duda lamentaba no haber leído más en general y, desde luego, se reprochó a sí mismo no haber leído aquel libro en particular el día en que un extraño se lo aconsejó con la mejor de las intenciones. Lo recordaba muy bien: fue aquella tarde en que se decidió a entrar en la sede del partido con la intención de afiliarse. En un cuarto pequeño y sin ventilación, un viejo militante pegaba sellos en un montón de sobres con propaganda del partido. Viendo que el futuro Vicesecretario no sabía qué hacer, le preguntó qué deseaba. Y aquí viene lo que le dijo, antes incluso de que él terminara de confesarle su intención. "Compañero", le dijo, "yo ya tengo muchos años de recorrido en esto de la política y puedo, por tanto, hablarte con sinceridad: el mejor consejo que puedo darte es que, antes de afiliarte, le eches un vistazo a la historia de don Ramón Villaamil."



Sorprendido por la coincidencia, el Vicesecretario en ciernes, sin embargo, no creyó pertinente descubrir el parentesco que le unía a aquel don Ramón que al parecer tenía tan impresionado al viejo militante.



Y es que, aparte de que no era la primera vez que por parte de algunos familiares recibía la misma invitación, él era joven, muy joven, y acaso más botarate de lo normal, o más listo, que eso nunca se sabe. El caso es que por el momento, en lo tocante a vocación política, no estaba dispuesto a admitir que aquel viejo ni nadie pudiera darle lecciones de ninguna clase. Así que, teniéndolo tan asumido, a cuento de qué debía él perder su tiempo en lecturas y tonterías.



Sin saber muy bien por qué, unas cuantas palabras arbitrariamente desordenadas, referencia paradigmática de la concentración popular que los últimos días se había aposentado en la Puerta del Sol, se le agitaban en la mente como si buscaran desesperadamente el orden que les diera sentido. Con la mirada turbia de lágrimas y arenillas, alzó la cabeza al cielo y se concentró durante un buen rato hasta conseguirlo. La frase en cuestión era la siguiente: "No hay pan para tanto chorizo". Y, aunque no tenía él por qué darse por aludido, un escalofrío le recorrió la espalda como una cuerda de alacranes. Ahora se arrepentía de haber despachado al chófer con el pretexto de que le apetecía caminar un poco. Las piernas habían empezado a dolerle, quien sabe si como un anticipo de las caminatas que le esperaban a partir de que los nuevos responsables tomaran posesión de sus cargos y otro mindundi como él viniera a ocupar su puesto.



Una idea siniestra había empezado a tomar cuerpo en el fondo de su cerebro a cuenta de una situación que consideraba irreversible. Habían pasado algunos años desde aquella tarde en que el partido lo había acogido en su seno con el calor de una madre necesitada de su entrega. Y era cierto que desde aquel día no se habían producido demasiados motivos para sentirse orgulloso de su trabajo en los diversos cargos públicos desempeñados a lo largo de los años, pero era igualmente cierto que nadie, y esto era lo que de verdad importaba, podía reprocharle tanto así respecto a su lealtad.



Mucha lealtad, en fin, se dijo, pero he aquí que, llegado el fatal momento, se encontraba con que no sabía hacer nada, con que nunca había hecho nada, con que, despojado de su último coche oficial, en realidad no era nada. "No soy nada", dijo en alta voz, y las palabras se perdieron entre la gaseosa atmósfera de una noche que él ya había empezado a considerar una noche sin fin.



Decididamente, la solución estaba en la figura del primer Ramón Villaamil del que tantas veces había oído hablar en las navidades y cumpleaños familiares. No obstante, parecía obvio que, dadas las circunstancias tan especiales, resultaría casi una frivolidad ponerse a leer la crónica de su desgracia. De modo que otra habría de ser la salida a la delicada situación.



Una vez instalado en su sillón preferido, encontrado el viejo mamotreto y comprobado que su mujer y los niños descansaban en sus habitaciones, se dispuso a terminar de una vez con el tormento que sufría desde que se habían cerrado los colegios electorales y se habían conocido los primeros sondeos.



Todo eran temblores y crujir de dientes. Pero la decisión estaba tomada y pronto sintió que su cuerpo era ocupado por el estado de placidez que suelen acompañar a las convicciones plenas.



Desde luego, lo peor fue dar el primer bocado. Las cubiertas estaban hechas de una cartulina muy fuerte y se resistieron lo suyo hasta que por fin pudo tragarse la bola que se le formó en la boca después de mucho masticar. Lo demás no diremos que fue cosa de coser y cantar, pero sí que discurrió con menos dificultades. Hasta que, pasito a paso, llegó a la página ciento veintiuna. Mira, capicúa, qué cosas.



Fue entonces cuando empezó a sentir las primeras molestias...

martes, 17 de mayo de 2011

15-M: NO SOMOS NADIE

Es cierto que el llamado 15-M se nos ha presentado con un inequívoco aroma juvenil, y esto es algo que siempre pone en nuestro rostro una sonrisa de simpatía y comprensión. Ha sido estupendo comprobar con qué facilidad se han pronunciado las expresiones adecuadas.

ESTO SE VEÍA VENIR.

LO RARO ES QUE NO HAYA SUCEDIDO ANTES.

UNA BOCANADA DE AIRE FRESCO.

QUIÉN DECÍA QUE LA JUVENTUD ERA SÓLO ESA TROPA DEL BOTELLÓN. ETCÉTERA, ETCÉTERA.

Pero también es verdad que el llamado 15-M tiene el inequívoco pestuzo de la juventud, y eso es algo que en política nos coloca fatalmente al borde de la fosa común de las frustraciones.


Y es que ante este nuevo intento, surgen inevitables unas cuantas preguntas:


¿COMO SE ENDEREZA A UN PUEBLO CUYO MÁXIMO PLACER SE CIFRA EN VIVIR TORCIDO?


¿CÓMO SE SANEA UNA CACEROLA EN LA QUE SON MÁS LOS GUSANOS QUE LAS LENTEJAS?


¿CÓMO SE DERRIBA UNA DICTADURA ENMASCARADA DE DEMOCRACIA HASTA EN LOS MÍNIMOS DETALLES?


No hay tu tía, tío.

Como mucho, y hemos de verlo, alguien se sacará de la manga el recuerdo de aquella frase de El Gatopardo y, parodiándola para que no se le vea el plumero demasiado pronto, propondrá el cambio de algunos botones para no tener que cambiar de chaqueta.


Todo es burla, todo es parodia. No saben hacer otra cosa. Mejor dicho, nadie, incluida la juventud, sabemos hacer otra cosa que lo que hacemos.


Como alternativa, reconozcámoslo, la única salida que existe es LO INNOMBRABLE, y, a poco que lo pensemos, también es absurda, o, para ser más preciso, farsa de lo que hace demasiado tiempo tal vez fue tragedia. Y a buen entendedor...


Así que, puesto a elegir, prefiero sentarme y esperar a los hijos de los hijos de los que hoy llenan la Puerta del Sol y Zocodover. Al fin y al cabo no he hecho otra cosa en toda mi vida.

Porque si algo dejó claro el Mayo del 68 es que las playas no estaban debajo de los adoquines y que pedir lo imposible era el mejor favor que se le podía hacer a banqueros y compañía:


TÚ PÍDEME LO QUE QUIERAS, LO QUE QUIERAS, NO TE CORTES, QUE YO TE HARÉ UN PRÉSTAMO HIPOTECARIO.








jueves, 12 de mayo de 2011

EL GUATEQUE HORMONAL

Que digo yo que a las alturas de la copla en que nos hallamos, parece innecesario decir que a mí lo que de verdad me gusta es apoyar incondicionalmente a los partidarios del impacto visual, combatir con todas mis fuerzas a los enemigos de la arqueología y tararear boleros de Machín cuando nadie me escucha. Pero ya se sabe que en esto de la opinión, como en la vida misma, no siempre es posible darle al cuerpo los caprichos que se le antojan. Y más si lo tenemos expuesto a la vorágine electoral, una vorágine la más vorágine a que se puede aspirar en este país tan proclive a las vorágines que hasta cuenta con una caterva de políticos que son una vorágine en sí mismos.

Pues bien, a la vista de la presente campaña -de inequívoco olor a paella-, me pregunto si esta clase de competiciones no producirá en el bambullo de algunos candidatos algo así como un guateque hormonal que les lleva a desbarrar a base de estribillos que se hacen odiosos a la segunda vez que los oyes y que convierten a los que los pronuncian en auténticos contrasentidos andantes (que no pensantes). A no ser que todo esto no sea más que una estrategia, no para desautorizar y hasta ridiculizar las estupideces del contrario, que sería hasta cierto punto comprensible, sino para destruir el entramado neuronal de sus electores potenciales. De manera que bien podríamos decir que entre hormonas y neuronas anda el juego.

Proclama, por ejemplo, la candidata revenida, en un encomiable arrebato definitorio, que un socialista no es aquel que se viste de azul, sino que los que se visten de azul son los suyos, a los que, por tanto, no debemos confundir con los que se visten de azul sin serlo (azules, supongo, que no todo fue explicitado en la prolija definición), porque entonces se correría el riesgo de creer que se está votando a uno de los de azul y votar en realidad a un socialista, que también se visten de azul, etc., etc, etc, ¿comprenden? Que no me queda más remedio que pensar que, o bien a esta buena señora se le ha ido la olla de la nostalgia asociada a los colores simbólicos, o bien no tiene la menor idea ni de colores ni de socialistas ni de hablar ni de callar.

Dice el alcalde-candidato que en esta ocasión no será alcalde a cualquier precio, emitiendo de este modo un cierto tufillo despectivo hacia los que hicieron posible la alcaldía que ahora termina. Y no seré yo quien pida un mínimo de caballerosidad en la política actual, que sería tanto como pedirle peras al olmo, pero si rogaría que se practicara con más frecuencia eso que solemos llamar "sentido común". Pensar, sin ir más lejos, que nunca su partido ganó la alcaldía por sí solo y que, al fin y a la postre, haciendo a veces un ejercicio de responsabilidad más allá de lo que era exigible por las circunstancias, IU (y antes el PCE) hicieron posible una política de izquierda en la ciudad de Toledo. Porque, de lo contrario, habría que aplicarle al señor candidato aquel dicho marxista que dice: "En las fiestas no te sientes jamás; puede sentarse a tu lado alguien que no te guste" (Groucho dixit). A lo que también podría apostillarse lo siguiente: "O también puedes elegir no asistir a ciertas fiestas" (cosecha personal, modestia aparte).

Bajo mi ventana, aparca durante un buen rato una furgoneta con los altavoces a toda pastilla emitiendo una y otra vez la musiquilla de los azules que no son socialistas, y no me queda otra que pensar en las películas porno. Y me digo que, ya puestos, también podrían poner el Soldadito español, de Estrellita Castro, o el ¡Eiuuueeeey!, de Julio Iglesias. Pero en ningún caso La bien pagá, por no ofender a los muertos en su exilio argentino.

La Bienpagá bastante tiene con esforzarse en suprimir las preposiciones de su apellido en los mensajes directos, que no queda nada bien el toque atristocrático cuando vamos de populares (o sea, de rojos vestidos de azul con su camisita y su canesú), aunque así, al pronto, produzca la impresión de ser otra distinta de la que todo el mundo ha llegado a conocer en los últimos tiempos. Y, mira tú por dónde, parece ser que según algunas encuestas puede presidirnos durante los próximos cuatro años. Pero tampoco hay que rasgarse las vestiduras. Y menos si son vestiduras de baracalofi. Ahí tenemos el caso de Camps en Valencia. Y es que lo de este país no tiene nombre. Ni apellidos. Al final, va a resultar que Berlusconi sólo era un adelantado a su tiempo, un visionario genial de proyección poco menos que global.

Y ya que hablamos de encuestas, un recuadro publicitario sobre el tema llama mi atención en La tribuna de Toledo. En él, la parte superior viene a estar ocupada por los tres principales candidatos a la alcaldía de la capital. Es decir, P. Barredo, E. García-Page y A. San Emeterio. La parte inferior se rellena con las efigies de mayor tamaño correspondientes a J. Mª Barreda (izquierda) y Mª Dolores DE Cospedal (derecha). Pues bien, tras un rato de observación, vengo a comprender hasta qué punto estos desmadres electorales pueden poner en evidencia el termómetro vital de los candidatos. De manera que, así como San Emeterio nos muestra un rostro perfectamente sereno y reflexivo sin asomo alguno de artificiosidad (que se adorne el pescuezo con corbata o no importa menos), sus cuatro compañeros, dos a dos, lucen unas sonrisas que piden una interpretación matizada: los dos socialistas (vestidos de azul o de lagarteranas) han sido víctimas de idéntica sonrisa, un gesto leve y natural que nos configuran las caras de dos hombres que se han muerto de repente con la sonrisa puesta. Esto suele pasar y, por tanto, nada que objetar. Pero lo que no ocurre jamás es morirse con las sonrisas también idénticas de las dos candidatas populares, abiertas, estiradas de pómulos rígidos que no acompañan, dientes de anuncio tremolando al viento, hasta recordarnos a esos cadáveres preparados por los artistas-funerarios de algunas películas americanas.

Y los domingos, lo dicho, paellas gigantes por aquello de cultivar el tipismo pero sobre todo por adormecer las neuronas que aún sean capaces de moverse por sí mismas.











domingo, 1 de mayo de 2011

1 DE MAYO

Abren paso a la comitiva los maceros del Excelentísimo Ayuntamiento de la ciudad luciendo sus mejores galas. Tras ellos, inicia la gran marcha una delegación de Grandes Inválidos formada por El Pepino, El Tato y Juanito el Pistolero, un tanto mohínos los tres pero orgullosos y decididos después de todo. Una pancarta les cubre las piernas que, conscientes del momento histórico que están viviendo, apenas renquean por la emoción más que nada: LA CLASE OBRERA AL PODER.

Un río de banderas e infinidad de pancartas se extiende por detrás de ellos hasta que la vista se pierde en la lontananza. Conmueve hasta lo más íntimo del espíritu humano esta especie de silencio trágico en medio del cual sólo se percibe el rumor implacable de miles de pies arrastrándose sobre el asfalto en pos de una redención quien sabe si todavía posible. Presidiendo la delegación del metal, sección Danificados de la Deslocalización Coreana, otra gran pancarta recuerda a la madre del cordero: ABAJO LA OLIGARQUÍA TERRATENIENTE Y FINANCIERA.

A continuación, una muchedumbre ingente de los llamados sumergidos, sección Consentidos del INEM, esgrime amenazadora las herramientas que le permiten dar de comer a su prole pese a quien pese. Los ojos, inyectados en sangre y las manos agarrotadas sobre el hierro de llaves, espátulas, tijeras, serruchos y otras muchas así, su influencia se deja notar entre las masas fraternas exactamente igual que si de ellos hubiera de depender el impulso final que ha de conducirles ineluctablemente hasta la emancipación total: camareros, azafatas, informáticos, botones, bordadoras, actores, diseñadores, enfermeros y enfermeras, fontaneros, arreapavos, taxistas, limpiadoras y limpiadores, porteros y dobles pivotes de fútbol, banderilleros y mozos de estoques, ascensoristas, maestros, pastores, carpinteros...

Le sigue un conglomerado numeroso de esclavos de la tierra, sección Aserejé, protegidos sus flancos por una disciplinada cohorte de jóvenes agricultores que no se resigna a repetir el triste destino de sus antepasados. Presidiendo su incontenible furia vengativa, una gran leyenda negra sobre fondo rojo pone las cosas en su sitio: LA NAFTALINA PARA QUIEN LA TRABAJA.

Banqueros, comisionistas de todo pelaje, eurodiputados, algún que otro mindundi desocupado, rentistas de cuna, agentes inversores y grandes promotores de cosas contemplan estremecidos este turbión humano, gris como los nubarrones que a ratos entoldan el cielo de la primavera. Algo tiembla por debajo de sus chaquetas, junto al corazón. Todo en el ambiente presagia horas más que aciagas. Alguno hay que, fuera de control a causa de los nervios, inicia un tímido aplauso que pronto se queda en nada acallado por los siseos de sus congéneres.

Finalmente, una heterogénea y abigarrada multitud de hombres y mujeres sin papeles, sección Pateras sin Fronteras, se bambolea levemente mecida por el murmullo de cantos ancestrales.

Una voz, tan aislada como extemporánea, exclama: ¡EL TRABAJO, PRIMERO PARA LOS ESPAÑOLES!

Todos, como un solo hombre, buscan al energúmeno entre la gente de los balcones, aunque nadie está muy seguro. Como si de una señal se hubiera tratado, un bosque de puños se alza esgrimiendo gastados martillos y herrumbrosas hoces sepultadas durante años bajo toneladas de préstramos hipotecarios.

¡Y QUE VIVA SIEMPRE LA CLASE TRABAJADORA, ESTÉ DONDE ESTÉ!, grita otra voz, más cazallera y concienciada.

La tragedia se masca, como aquel que dice.

Cerrando la comitiva, podemos ver a varios candidatos a la alcaldía cada uno con su cruz a cuestas. Flanqueándoles, media docena de Hermanitas de la Caridad, cual voluntariosas verónicas de la justicia social, les enjugan el sudor de vez en cuando. Y para rematar, la banda municipal, mal que bien, entona el Requiem de Verdi, menos dramático y profundo que el de Mozart, pero infinitamente más lírico. Dónde va a parar.

jueves, 21 de abril de 2011

LA CANDIDATA REVENIDA

Excepto el nivel y la decencia en las proporciones adecuadas, hubiera estado por asegurar que en la política española ya habíamos tenido de todo, que lo habíamos visto todo. Vamos, que estábamos a la altura de las democracias más podridas. Sin embargo, debo reconocer que, al menos yo, jamás había contemplado las evoluciones de un candidato presentado con el claro propósito de perder las elecciones a las que concurre.

Como original, reconozco que lo es, y mucho. Pero nadie podrá negarme que el tema tiene su puntito de misterio.

Antes, la señora candidata del PP a la alcaldía de Toledo, pues a ella es a quien me refiero, se adornaba de un gesto severo e inquisidor que me ponía, qué queréis que os diga. Sí, la verdad es que me seducía ese aire de doncella un tanto melancólica acostumbrada a tratar sólo con intocables con poder mediante recomendación y con algunos coleguillas igualmente selectos.

Pero llegó la hora de la verdad, y aquel gesto, congelado el colorete en una sonrisa crispada y seca, se le volvió gelatinoso, agridulce y draculino. Ciertamente, hay que concurrir en que el estilista no tuvo su mejor día. Aquel celofán estilo Cruella de Ville con el que se envolvía nuestro personaje transmutóse de la noche a la mañana en el chisporroteo inofensivo de un diablillo de tercera fila al que evidentemente le quedaron demasiado grandes los cuernos, el rabo y el tridente de la jefatura.

Naturalmente, en nada ayuda por añadidura esa lista compuesta por unos cuantos que quieren pero no quieren, por otros que están pero no están y por aquellos que ni sí ni no, sino todo lo contrario. Elaborada al parecer sobre el erial de las zapatiestas internas, más se asemejan a confetis de compromiso que a guarnición de plato principal.

Y qué decir de esa pavorosa falta de programa. Porque están muy bien los lugares comunes, los remiendos de barrio, los eslóganes de laboratorio y las bombillas de colores. Pero ¿qué hay de lo principal?

¿Dónde nos hemos dejado a Toledo?

¿En qué consiste su concepto de la ciudad?

¿Cómo se formula?

¿Adónde se la quiere llevar?

¿Qué se pretende hacer con ella si es que algo se pretende que no sea el cansino y estéril trantrán de siempre?

¿Y qué hay de esa gran asignatura pendiente que sigue siendo el casco histórico, sin el cual Toledo no es sino una improvisación desparramada y caótica sin la menor gracia ni apenas sentido?

Bien, pues con todo y con eso, ahí la tenemos, en medio de la plaza de Zocodover (es un decir), a la vista de todo el mundo, con cara como de estar meando sin echar gota.

Y dicho esto, yo, que no soy quien para dar consejos a nadie, y menos a una experta en los recovecos de la mente humana, sí que me atrevería a darle dos de manera gratuita y desinteresada. Por ayudar más que nada y sin la menor acritud, que diría el otro.

A saber: "Querida doña Paloma, o relaja sus pinreles, que se adivina fácilmente que los tiene temblones y desorientados, y echa a correr hasta donde le den de sí antes de que sea demasiado tarde, o, por el contrario, quédese quieta parada, sea usted misma y, aunque usted y su amo formen parte de la familia aristocrática, mande a tomar por culo (con perdón) al enviado del conde Drácula."

















miércoles, 20 de abril de 2011

Y EL PROFESIONAL SE MARCA UN CHOTIS ASAETADO

Interrogado sobre sus previsiones de futuro, el Alcalde-Candidato viene a confirmarnos dos cosas: primera, su decidida vocación por la profesión de político; y, segunda, la seguridad de que en este sentido sus miras no se enfilan hacia la región, sino hacia Madrid. En lo tocante a lo primero, resulta comprensible su actitud, dado que hasta ahora, que se sepa, no ha desempeñado otro trabajo en su vida, lo cual ya resulta harto harto significativo, ya.

En cuanto a la segunda de sus afirmaciones, dejando aparte consideraciones más o menos oportunas sobre qué sea eso de la política como profesión (terreno pantanoso donde los haya con la que está cayendo), la cuestión es que esas palabras, a fuer de suponerse sinceras y teniendo en cuenta los antecedentes inmediatos de su autor, no quedan nada bonitas. Qué digo bonitas, quedan fatal. Por diversas razones y en especial por el momento electoral en que se han pronunciado, todo en ellas da a entender que una vez más Toledo es considerado mera plataforma para otros fines y no como un objetivo prioritario. Digo, sobre todo en estos momentos electorales, que ya se sabe lo suyos que son los clientes de este negocio para estas cosas.

No, la afirmación no queda ni bonita ni adecuada a la ocasión concreta.

Mejor hubiera hecho García Page sin duda siguiendo el ejemplo de su mentor, cuando a la menor ocasión que se le daba se llenaba la boca a decir que él no tenía más ambición política que Castilla-La Mancha. ¡Cuántas veces nos habrá martirizado con la dichosa matraca! ¡Como si le hubiéramos hecho algo! Pero parece evidente que al Pequeño Saltamontes le quedan algunas lecciones por asimilar... Y, ahora que caigo, en eso quizá resida la razón de que quiera irse a Madrid. En acudir al calorcillo del Maestro Po, a fin de poder acabar su formación.

Alma de becario, se llama la figura.

Y digo yo que en esto de la política, eso de arrimarse al sol que más calienta debe de ser bastante rentable a corto plazo, pero también me da que a la larga un espíritu excesivamente vicario sólo puede alcanzar para llegar como mucho a Andavé, que es como llamaban antes los oficiales de algunos oficios a sus aprendices: "Andavé, y tráeme el botijo"; "Andavé, y apáñame lo de este alcalde"; "Andavé, y mira qué pasa con esa recalificación..."

En cuanto al maestro, todos sabíamos que mentía como un bellaco, pero lo cierto es que en el momento quedaba como Dios.

lunes, 18 de abril de 2011

M. A. BARRACUS JALEA A JESÚS EN JERUSALÉN

Domingo de Ramos.

Quien no estrena,

pierde las manos.


Hace un rato largo que Emiliano García Page se pasó ocho pueblos agitando su personal coctelera ideológica: religión a voluntad, unas gotitas de Constitución al gusto sin que haya que temer sanciones por contravenir incluso ordenanzas estatales (tal para cual) y abundante hielo para atemperar los ardores legalistas. Ahora bien, se presente como se presente, con azúcar glaseado en los bordes de la copa y una guinda en el fondo o a palo seco, el resultado hiede que apesta a ambigüedad calculada. Y ya se sabe que, si la ambigüedad en política es cosa de chisgarabises, la ambigüedad calculada es igual de inane pero infinitamente más arriesgada, porque a la postre es muy posible que te deje sin pan y sin perro. ¿Hace falta explicar que cada día son más quienes, creyentes o no creyentes, comprenden que estado y religión casan mal en la misma copa? ¿Hace falta explicar que, por ésta y otras razones similares, la abstención crece a pasos agigantados entre la izquierda?


¿Hace falta explicar, en fin, que en este asunto no interviene únicamente el mandato constitucional, sino la dignidad y el respeto al prójimo? Conozco a un exconcejal, miembro que fue de la primera corporación democrática que, tras verse sometido a la vergüenza (ajena) de un debate en que se reprochaba a unos cuantos ediles no haber asistido a la procesión del Corpus, le llegó el turno de explicar sus razones. La respuesta no pudo ser más sencilla: "No he asistido ni asistiré a ninguna procesión religiosa por respeto a los creyentes".


Sí, sí, tú dame pan y llámame tonto.


Y aun así, debo reconocer que esta vez la presencia de García Page en la procesión de las palmas me ha impresionado especialmente. No sé si por la propia prestancia de la figura en sí o por cierto aditamento que, por si quedaba alguna duda, añade auténtica majestad al cuadro y un nuevo peso al electoralismo rampante. Como todo el mundo puede observar en las fotos de prensa, me refiero a que en esta ocasión, el señor Alcalde no sólo se ha ataviado con el traje inconstitucional de costumbre sino que además se ha investido con el aura de un hermano mozárabe, merced a ese toisón, digo, collarón, que le cruza el pecho de hombro a hombro, en lugar del sencillo cordón municipal que corresponde al cargo. Así que, reconozcámosle al menos la habilidad de superarse a cada paso: inconstitucional y antirreglamentario en una sola tacada, ahí es nada. Y yo me pregunto a cuento de qué y quién dará más.


Todo sea por el pan, aunque me llames tonto.


Por esta regla de tres, también estoy por preguntarme si no lo veremos cualquier día con la quipá y la chilaba por si todavía queda algún votito judío en la judería y otro morito en la morería. Por aquello de las tres culturas, digo. Claro que en el caso del collarón sinceramente no creo que haya la menor intención electoralista, sino más bien una cierta inclinación hortera hacia el oropel y el relumbre a imitación del negro del Equipo A.


Dejémonos de mamonadas, aquí importa lo que importa: las masas enfervorizadas se corren de gusto con estas manifestaciones de glamour y buen gusto de sus representantes.


La procesión discurre solemne según lo previsto y por sus pasos contados. Como debe ser.


Hasta que una voz tímida pero desgarrada solicita un milagro: "Dignidad, trabajo y Constitución".


De entre la fila de los palmeros socialistas, sale un susurro imperioso: "Un respeto, que está pasando la borriquita".


Por todas las esquinas, sobre las cabezas de la asombrada muchedumbre, asoman su jeta los guardias por si acaso.


Pero no pasa nada.

domingo, 17 de abril de 2011

CRÁNEO PRIVILEGIADO

Veo en las páginas de ABC Toledo un gran retrato del Niño de los Patronatos, obra de Pepe Castro, en cuyo extenso pie de foto, además de glosar algunos de los atributos del personaje, se nos viene a reproducir textualmente la siguiente declaración: "Siempre he hecho lo contrario de ir de nieto de mi abuelo".


Uno lee estas cosas y no tiene por menos que entrarle el remurguillo de la frustración personal. ¡Pero cómo coño he podido desperdiciar la vida de esta forma tan miserable! Porque, si hemos de entender la frasecita en su contexto, tenemos que llegar necesariamente a la pregunta clave: ¿Esto es lo que tiene ser Grande de España o este país es el paraíso de la igualdad de oportunidades y yo no me he enterado?


Y como no soy dado a pensar mal de nadie de forma gratuita, descartada la primera de las opciones y admitida la segunda, debo deducir que ese ser extraordinario que nos observa desde la atalaya maravillosa del Cigarral de Menores es un auténtico cráneo privilegiado.


Y no ganará el premio Nobel porque su especialidad no existe. Una pena.

martes, 12 de abril de 2011

14 DE ABRIL, OCHENTA AÑOS

Desde siempre he rechazado esa especie de moraleja con la que, en un resumen supuestamente salomónico, algunos historiadores y ensayistas vienen a afirmar que a la II República española entre todos la mataron y ella sola se murió. Una aseveración tan taimada como confusa. Menos de veinticuatro horas después de su proclamación, en la catedral de Toledo, Pedro Segura, Cardenal Primado y por tanto la jerarquía más importante de la época en la Iglesia católica, lanzaba una arenga incendiaria que era una declaración de guerra en toda regla. La Maldad se había puesto en marcha y no pararía hasta que, ocho años después, cautivo y desarmado el ejército rojo, aplastara a sangre y fuego el sueño de libertad, progreso y justicia social que todo un pueblo había conquistado democráticamente.

Habrá, porque siempre lo hay, quien me acuse de simplicar en exceso este capítulo esperanzador y terrible de la historia de España. Pero lo cierto es que creo firmemente en que hay que desconfiar de aquellos que, a fuer de amontonar razones y opiniones neutrales en apariencia, sólo pretenden emborronar la realidad, esto es, darnos gato por liebre. Y porque también creo que las grandes verdades son muy simples la mayoría de las veces, es por lo que me resisto a mezclar víctimas con verdugos, repartiendo culpas, como si aquí todo el mundo hubiera mamado por igual la leche de Satanás.

Entre una fecha (la de la proclamación) y otra (la del final de la guerra), el desorden y el caos. Esto es lo que decían curas, militares, terratenientes, banqueros, caciques de todo pelaje y monárquicos para justificar lo injustificable: una matanza atroz realizada con el inmenso apoyo, no se olvide, de nazis alemanes y fascistas italianos.

Puede que sí y puede que no. Y también puede que el desorden y el caos tuvieran un origen algo más sórdido y oscuro que lo que han pretendido inculcarnos machaconamente durante cuarenta años de dictadura. Claro que quién puede creerse a estas alturas las lecciones de historia de quienes perpetraron el genocidio. Hoy ya sabemos algo más de lo que sucedió y de lo que no sucedió. Así que no podemos llamarnos a engaño. Miles de hombres y mujeres tirados en las cunetas como basura, por ejemplo, nos alertan con su dedo justiciero.

En todo caso, resulta de obligado cumplimiento recordar algunas de las líneas maestras de la República, ésas que aún hoy siguen despertando el interés de quienes pensamos que a veces los sueños colectivos son posibles, por más que, como en el caso que nos ocupa, todas las fuerzas reaccionarias de la tierra se confabulen para frustrarlos.

Una es aquella que nos muestra una sociedad que, tras siglos de sometimiento y opresión, en aquel día de abril de 1931 se despertó compuesta de ciudadanos y no de súbditos cuando no de siervos de la gleba en pleno siglo XX.

La otra se refiere al gigantesco esfuerzo que desde el primer momento dedicó el nuevo régimen a la educación y la cultura, consciente de que sólo por esta vía podría llegar la solución a la mayoría de los males que padecía España. Así que, junto a multitud de iniciativas encaminadas a la popularización de la cultura, hay que recordar que en apenas un año, el primer gobierno de la República construyó siete mil escuelas y puso en marcha con grandes resultados el más ambicioso plan de formación de profesores. Unos datos que nunca dejan de producirme un cierto estupor.

Creo que no hace falta decir que el régimen franquista aplicó sobre los maestros una represión feroz, al tiempo que cerró muchos de estos centros en aras de que la Iglesia recuperara sus privilegios en este ámbito.


Da para mucho todavía el tema en cuestión, pero no es cosa de detenerse como pájaro embobado por la serpiente y no extraer alguna enseñanza de aquellas lecciones ejemplares, más necesarias que nunca en este tiempo de corrupción y mercadeo político.

Un escalofrío me recorre el espinazo sólo de pensar que, si esto fuera la III República, José Mª Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero habrían podido ocupar el sillón presidencial de don Manuel Azaña.

¿De verdad podéis imaginarlo?

De manera que, visto lo visto, Virgencita, Virgencita, que me quede como estoy.

domingo, 10 de abril de 2011

ENCIMANDO, QUE ES GERUNDIO

Siempre me he tenido por un defensor a ultranza de la libertad de expresión, y no es cuestión de andarse con demostraciones. Pero al mismo tiempo soy de los que creen que cuando no se tiene nada que decir o cuando se habla por boca de ganso, lo prudente es mantenerse calladito. Parece evidente, sin embargo, que no estamos en el tiempo de la prudencia, sino en el de la incontinencia.


Traigo a colación el tema tras leer en el periódico La Tribuna una columna con la que Carlos Martín Fuertes pretende replicar a una solicitud de Aurelio San Emeterio para que el día 22 de mayo sean retirados los símbolos religiosos de los colegios electorales. Pues bien, frente al rigor constitucional del concejal, opone el columnista una burda argumentación con menos sentido de la lógica que el cerebro de una ameba. Sobre todo si tenemos en cuenta que tanto la letra como el espíritu constitucionales en ningún momento se refieren a eventualidades concretas, sino a la aconfesionalidad del Estado, sin más. De lo que debemos deducir que estos símbolos deberían suprimirse de cualquier espacio dependiente del Estado y de manera permanente, ya que no se hizo el mismo día en que la Constitución entró en vigor.


Tan grosera resulta la mezcla realizada de lo privado y lo público por el articulista que ciertamente da que pensar, por ejemplo, en el escaso respeto que estos guerreros de la furia sienten por sus símbolos y por la gente. Este arrojado luchador vecinal (de cuando militar en este movimiento cívico salía gratis, no de antes), en el colmo de una inocente desfachatez (no quiero ni siquiera pensar en que exista mala fe), se atreve a comparar el precepto establecido por la Carta Magna con el hecho de prohibir a una señora que cuelgue un crucifijo de su cuello (¡). Asimismo se lamenta el hombre, a mayor abundamiento, de haber tenido que asistir a reuniones en los locales de IU presididas por símbolos de esa asociación política que a él no le agradaban. Lo dicho: lo público y lo privado a hostia limpia en el magín del dichoso escribidor, el cual no repara, por cierto, en terminar su deposición calificando de "gilipollez" el cumplimiento del mandato constitucional.


No obstante, he de confesar sinceramente que no creo que todo se deba a un afán demagógico por arrimar el ascua a alguna sardina (aunque queda claro que se le ve la peineta desde lejos), sino simple y llanamente a ignorancia, puritita ignorancia en lo tocante a distinguir el culo de las témporas.


Y es que, entre las muchas cosas buenas que nos trajo, esta democracia que nos hemos dado a nosotros mismos (gloria bendita, para qué andarnos con tonterías; ¿en España qué tenéis, una dictadura o una democracia?; en España tenemos gloria bendita), entre los muchos beneficios, digo, que nos deparó hay que destacar esta socialización de la escritura. Ahora todo el mundo escribe, todo el mundo publica libros, embadurna periódicos o infecta la red de redes (repárese en el caso presente, sin ir más lejos). Es más, conozco a algunos que darían media vida por salir en los papeles.


Todo el mundo escribe, sí señor. Aunque sea encimándonos pegajosamente con el fétido aliento de su incultura o el beatífico de su fe regodeándose en torno al cogote, o arrejuntando adverbios con adjetivos, es decir, colocando cerca nuestro el ojo espía de su sacrosanta vigilancia.


sábado, 9 de abril de 2011

LA VIDA Y TAL

En el transcurso de su inauguración, delante del Cardenal Cañizares (¡pachasco!), autoridades y otras "personalidades", alguien comentó que el nuevo tanatorio iba a dar mucha vida a la zona.

martes, 5 de abril de 2011

LA MALDAD

Unos cierran los ojos a la realidad, otros simplemente se llaman Andanas y el resto asiste impotente a la persistencia de la enfermedad. Pero aquí todo el mundo sabe que los curas están programados para ejercer la profesión de la maldad. Es cierto que después, con la práctica, los hay que eligen ser buena gente, pero en general son muchos más los que, fieles a la misión encomendada, emponzoñan cuanto rozan con la tranquilidad que les da la suprema coartada de ser nada menos que ministros de Dios en la tierra.


Con uno de los peores de entre estos últimos tuvo la mala suerte de ir a dar un amigo que acostumbra a moverse por el mundo a golpe de sentimiento y guiado siempre por la más arriesgada de las ideas, la de creer, contra toda evidencia, que cualquier persona está equipada con una dosis de bondad por pequeña que sea.


Albergaba mi amigo la esperanza, prolongación de la que durante años había alimentado su padre, fallecido poco tiempo atrás, de recrear el aliento de sus antepasados así como de recuperar la atmósfera entrañable de su infancia, sencillamente regresando a la casa de sus primeros juegos. La casa, en fin, en la que habían nacido su padre y sus tíos y habían vivido abuelos, bisabuelos y tatarabuelos.

Compartido este afán con su madre, que aún vivía, la aspiración de ésta, sin embargo, se concretaba en el deseo de morir entre los muros en que había desgranado gran parte de las alegrías y las fatigas de su juventud.


Hay que decir que, tras un arrendamiento de más de ciento sesenta años documentados, la familia de mi amigo continuaba pagando el alquiler del inmueble bajo la razón social de la empresa familiar, que en aquellos momentos lo tenía dedicado a almacén en viejo acuerdo mutuo con el arrendador, esto es, el Cabildo de la Catedral.


Y tal era la situación en los últimos años del siglo pasado, cuando, un día, mi amigo descubrió que en una de las dependencias el techo amenazaba con derrumbarse. De modo que, como si de una señal se tratara, comprendió que aquél era el momento en que debía decidirse a pulsar las intenciones de la propiedad al respecto, poniéndose en contacto con el señor Deán, de nombre Evencio Cófreces, un auténtico malvado profesional y verdadero protagonista de esta historia siniestra.


Pensado y hecho, ya en la primera entrevista mi amigo, que tenía un pasado rojeras, apreció algún que otro indicio de un rechazo preconcebido y visceral por parte del eclesiástico. Y es que ya se sabe que esta gente puede pasar por alto la pederastia, las dictaduras más sanguinarias o el genocidio, pero al rojerío, ni agua.

No obstante, a lo largo de varias entrevistas, todo fueron sonrisas, buenas palabras y animadas charlas sobre arte paseando por las naves del templo mayor de la ciudad, habiendo dejado claro desde el principio que, en efecto, el Cabildo había pensado en desprenderse de la casa y que quién mejor que mi amigo, sucesor de tantas generaciones que tanto y tan bien habían servido a la Iglesia toledana con sus trabajos de cantería.


Así que, a sugerencia del señor Deán, escribió mi amigo una solicitud en toda regla dirigida al Cabildo catedralicio, única instancia institucionalmente facultada para tomar este tipo de decisiones. Sin embargo, cuál no sería su sorpresa cuando, contra lo prometido, recibió en respuesta una negativa en toda regla.

La contradicción entre esta comunicación y las palabras del Deán, además de algunas irregularidades formales del escrito, hicieron sospechar a mi amigo que algo no estaba del todo claro. Y, así, indagando por su cuenta, fue como supo que el Cabildo no se había reunido desde hacía meses ni, por supuesto, había analizado la pretensión-oferta que él les había expuesto en su carta.


Descubierta la patraña, este individuo, significado miembro del Opus (repárese en el dato), más preocupado por el formalismo que por su honra de mentiroso pillado con las manos en la masa, le dijo a mi amigo que repitiera su solicitud. Su única intención, como después se vio, fue la de enmendar las anomalías formales del anterior. Porque, aunque el Cabildo siguió sin conocer el asunto, el escrito de respuesta ya iba debidamente acompañado de las firmas y sellos pertinentes.


Sin embargo, en este punto es donde empieza a hacerse evidente la perversión moral del pájaro, ya que éste no tenía reparo alguno en seguir alimentando el deseo de mi amigo, asegurándole que no debía preocuparse por el final feliz del problema, ya que muy pronto encontrarían una solución a la medida de sus expectativas. Mi amigo, que no daba crédito a lo que estaba sucediendo, llegó incluso a ofrecer su renuncia a los derechos devengados por tantos años de alquiler, a lo que el canónigo protestaba muy puesto en la razón legal.


La cuestión es que, fallecido de pronto aquel mal bicho, mi amigo se encontró con que un fallo emitido por un juez (¡Ojo, dicen que también miembro del Opus!) había despojado a su familia de todos los derechos a los que era acreedora, mediante la martingala de una demanda por abandono contra su abuelo, uno de los firmantes del penúltimo contrato (no del que estaba en vigor), que llevaba más de treinta años muerto y que lógicamente no pudo personarse en la causa, el hombre.

Tal vez sobren detalles, como la existencia de otra firmante de aquel contrato (tía de mi amigo), que aún vivía y que en ningún momento recibió notificación alguna; o que, ante la supuesta ausencia de otras referencias, los autos hubieran salido publicados en el Boletín Oficial de la Provincia, que como todo el mundo sabe es una lectura diaria y obligada de cualquier ciudadano de bien; o, porque no se deje de tener en cuenta, que existiera un contrato posterior y otros titulares, tal y como constaba en el fajo de recibos pagados a lo largo de muchos años... Qué importan los detalles, a esto yo lo llamo "canallada de la peor especie" aunque en realidad se llame "fraude de ley", creo.


Y todo, mientras aquel canalla seguía entrevistándose con mi amigo y prometiéndole un final feliz mientras secretamente esperaba que transcurrieran los plazos legales para interponer el correspondiente recurso.


Claro que la cosa no estaría completa si no se añadiera que ni él ni sus sucesores, amparándose en no sé qué requisito legal (tiene gracia el sarcasmo), han tenido a bien devolver a mi amigo y sus otros parientes afectados todo el contenido de la casa: una cantidad considerable de valioso material de construcción, y algunas obras de arte realizadas por uno de sus tíos, un conocido escultor toledano. Los mismos sucesores que, habiendo reconocido tácitamente la mala jugada de su antecesor, tampoco han tenido la decencia de pedir perdón (¿perdón?, tratándose de esta gente, la palabra se me deshace entre los dientes).


Al respecto, me pregunto cómo se cuece la promoción profesional de estos especímenes, ya que parece obvio que aquel miserable hacía tiempo que se había hecho merecedor de un buen ascenso en el escalafón.


¿Estafa? ¿Robo? En fin, qué más da, es lo suyo, una de las muchas variantes de su profesión.

domingo, 3 de abril de 2011

SOBRE LA COLECCIÓN "LUIS ALBA"

Tomando como punto de partida una moción presentada por Ángel Dorado y aprobada por unanimidad en un pleno municipal durante el año 1999, me cuentan que un grupo de particulares, ante la desidia de autoridades, fundaciones, academias y demás cónclaves de ovejas muertas, se puso a la tarea de salvar para la ciudad de Toledo la Colección "Luis Alba", que en aquellos momentos corría un grave riesgo de desmembración y aun de desaparición.

Para ello, elaboró un proyecto ("Biblioteca-Museo de la Ciudad de Toledo") con el que poder dirigirse a diversas instituciones a fin de c0nseguir aportaciones que, sumadas, pudieran cubrir el precio (apenas simbólico) de su adquisición por parte del Ayuntamiento, a cuya cabeza se hallaba José Manuel Molina, única y honrosísima excepción, por cierto, en medio de la indiferencia general.


Y en ésas estaban, o sea, exponiendo el plan a unos y a otros, cuando a la Real Fundación de Toledo se le movió el cuajo (1) y distinguió con una de sus medallas anuales al sacrificado y benemérito recopilador del espléndido tesoro.

Así, nos encontramos con que, en ceremonia perfectamente monárquica y solemnísima (todas lo son, cómo no, cuando de la dicha fundación se trata), el presidente Bono vino a vomitar uno de esos discursos que tan intenso placer le proporcionan y que tan satisfechos dejan a los oyentes cuando ignoran que el tal Demóstenes miente más que habla. El caso es que, puesto a quedar bien hasta con el apuntador, el Señor de todo lo que se menea (así como de lo que no se menea) prometió igual de solemne que la institución que el presidía haría todo lo posible por que la colección se salvara y se quedara en Toledo.


Y ahí tenemos a los particulares en cuestión, proyecto en mano, yendo a visitar a la Viceconsejera encargada de los asuntos culturales a fin de ver la manera de concretar la dicha promesa. La Viceconsejera, todo hay que decirlo, acogió incluso con entusiasmo lo que se le proponía, pero, como era natural y todos entendieron, el asunto, debería pasar el filtro de las instancias correspondientes. De manera que empezó a transcurrir el tiempo.


Y transcurrió, vaya si transcurrió, y no sólo esto, sino que volvió a transcurrir, ya lo creo...


Hasta que un buen día, la Viceconsejera les comunicó que no había nada que hacer Y que no había nada que hacer, se explicó, sobre la base de dos poderosísimas razones esgrimidas por el Director General de Patrimonio, al que los ingenuos particulares supusieron debidamente aleccionado por el Gran Jefe: 1ª, "Se trata de un proyecto demasiado localista", lo cual hay que reconocer que no dejaba de ser verdad, sobre todo si se tiene en cuenta que no hacía mucho que la Junta de Comunidades había comprado una colección de botijos y otra de navajas, materias universales donde las haya, para qué nos vamos a engañar; y 2ª, y quizá de mayor peso específico que la anterior, "Y esta foto, ¿quién se la hace?"


Por resumir, digamos que llegó el momento en que el Sr. Molina, venciendo no pocas dificultades administrativas y hasta políticas de sus propios compañeros de equipo de gobierno, consiguió sacar adelante el capítulo financiero con que zanjar el larguísimo trámite. Y así fue como se alcanzó el acuerdo con don Luis Alba para que su valiosa colección pasara a ser propiedad del pueblo de Toledo, algo con lo que él había soñado siempre.


Pero he aquí que, cubiertas todas las fases pertinentes y cuando ya todo estaba a punto para la entrega oficial, en el año 2007, se inició ese aquelarre de promesas y gilipolleces que en este país llamamos "campaña electoral". Y, entonces, como aquél que dice, al asunto le cagó la paloma: Haciendo gala de una actitud harto confusa en atención al tiempo político que se vivía, el séñor Alba propuso posponer la entrega para después de celebradas las elecciones. Muchas cosas se dijeron entonces al respecto, como, por ejemplo, que el Sr. García Page, candidato a la alcaldía, le había alertado sobre el aprovechamiento electoral que sus rivales podían hacer del evento. E, inexplicablemente, ahí quedaron las cosas.


Hasta que algunas semanas después, ya proclamado nuevo alcalde el Sr. García Page, se llevó a cabo la entrega oficial de la Colección "Luis Alba". Y así fue cómo, sin comerlo ni beberlo y procediendo de la cohorte de quien había hecho lo posible por abortar el proyecto, se forjó por fin la foto de marras, si bien, como puede comprenderse, en ella contraste vivamente la presencia de los impostores frente a la injusta ausencia de quienes lo merecían.


En fin...

A los ausentes, ajo, agua y resina.

Y a los impostores, que el Señor de los Botijos y las Navajas los tenga en su gloria.


(1) Dicen las malas lenguas, que en años anteriores, la Fundación se había negado a conceder la distinción a don Luis Alba apoyándose en las connotaciones políticas de su apellido. Pero yo no creo semejante mezquindad en unas personas tan reputadas de generosidad y liberalismo. ¡Quita, hombre!

sábado, 26 de marzo de 2011

VERDADES COMO PUÑETAZOS O ASÍ

Descartando a los niná-ninás (también conocidos como sinsoleos), que maldito lo que interesan a nadie, es sabido que dentro de la subespecie de los políticos los podemos encontrar de dos clases: los de acero inoxidable y los de plastilina color vainilla. Y esto, de no suceder nada especial, suele ser así desde el principio hasta el final de sus trayectorias públicas. La cuestión se vuelve confusa y espinosa cuando, por el motivo que sea, tanto los de una clase como los de la otra le dan un vuelco al propio depósito de la hiel y un buen día se nos aparecen con el pie totalmente cambiado.


Pero vayamos a lo que importa.

Perplejo total, como quien dice, escucho a José Manuel Molina, anterior alcalde de Toledo, algunas verdades, no como puños, sino más bien como puñetazos, durante una entrevista que le hacen en la radio. Verdades, para entendernos, como las que nunca se atrevió a pronunciar cuando ostentaba la más alta representación de la ciudad, aquel tiempo en que su inquietud constante parecía ser la de no hablar por no ofender. Pasara lo que pasara, y sin dejar de sonreir. Grave error.

Una de ellas, que se dispara a través de las ondas con la encarnadura de una aviesa advertencia, tiene por objetivo indudable a la candidata a sucederle en la alcaldía toledana. Asegura Molina que el alcalde o alcaldesa debe vivir en la ciudad. En fin, parece más que razonable que así sea. Aunque, ya puesto, yo habría pedido alguna explicación ante el hecho de que el primer acto de la precampaña de esta buena mujer haya consistido en rendir pleitesía, no al vecino más anciano o a la vecina más valiente o al primer toledanito nacido en aquel día, sino al Niño de los Patronatos, hijo adoptivo a la sazón... Que ya me contará la dicha aspirante de qué va la cosa en cuestión y si habrá de discurrir por estos cauces la gestión de su mandato en caso de que gane las elecciones (n. l. p. d. n. b.).

Sin embargo, como diría el otro y dada la entidad del asunto en cuestión, peccata minuta.


La que de verdad llamó mi atención entre las declaraciones de Molina fue aquella en que, evocando la fanfarria mediática con que se declaró la presencia en la Vega Baja de basísilicas y mezquitas, pedía, cuatro años y muchísimo dinero después, que alguien le enseñara las mezquitas y las basílicas.

Y yo, por aquello de hablar por no callar, pregunto: ¿Ahora me viene usted con ésas, señor exalcalde?


Tarde. Muy tarde.


Y aun así déjeme que le dé un poco de aire a las incógnitas que me corroen: ¿Por qué no abrió el pico entonces, cuando tantos toledanos esperaban deshacerse de aquella larga cambiada con que les toreaban mindundis de aquí, de allá y de acullá?

¿Por qué, a la vista de la artera maniobra, no defendió con uñas y dientes su proyecto, que también lo era del Pepé tanto como del Psoe, no lo olvidemos, pero que sobre todo lo era de cientos de familias que aspiraban a una vivienda digna y de precio razonable, además de contribuir al desarrollo de una zona de vital importancia para una racional expansión de la ciudad?


¿Cuál fue la razón verdadera de que, aparentemente sin pestañear, se tragara aquel sapo, infecto por más que nos lo presentaran envuelto en el celofán de la cultureta?


¿No sería que se vio demasiado solo, es decir, huérfano de un partido que le amparara, como ya había ocurrido en otras ocasiones?


¿O acaso será verdad lo que las lenguas de doble filo cuentan acerca de un mandato hipotecado por las tan presuntas como famosas diez condiciones garrapateadas de cualquier manera en un folio por el ínclito señor Bono, ya saben, aquel napoleoncito de baratillo que, en los ratos que le dejaban libre la cría caballar y otras ambiciones, nos machacó a trampas, subvenciones y frases hechas durante tropecientos años con la bendición de monjitas y arzobispos preconstitucionales.

¿Es que no conocía de sobra Molina al personaje en cuestión?


¿O es que el chantaje resultaba de tanta enjundia que no dio con la manera de escaparse?


La verdad es que no lo creo, y en todo caso tampoco es tan difícil imaginar el color de la carnaza: "Tú no me tocas los bilgüilis a mí y yo te permito a ti, por ejemplo, colocar un pedazo de columna en mitad enmedio de la calle que lleva a las Cortes. Ya sabes que en esta tierra nada se mueve ni aparece en la foto si a mi menda no le sale de allí mismo. Y son lentejas, querido. O te las comes o te echo un discurso."


De todos modos, sabido que estas tardías pataletas no mueven molino y obligado a no olvidar en ningún momento el país en el que estamos, debo decir que acto seguido retiro parte de lo dicho: como puñetazos, no; sólo como picaduras de mosquito en la piel del paquidermo.

Una vez más, únicamente nos queda ser realistas.

EL MUSEO DE EL GRECO

Que últimamente sea éste un país de aznares y zapateros me parece a mí que no nos permite pensar que todo el campo sea un orgasmo. En general, está más que probado que aquí nos nace de vez en cuando un Picasso, un Induráin, un Ramón y Cajal, un Azaña, un Moneo, incluso un Miguel de Cervantes, etc. O sea, que tampoco es que seamos una tribu de inútiles, manazas y descerebrados.
Y, sin embargo, ya sea porque a este país que roza la pobreza le sobra el dinero, sea por el incontenible afán perfecccionista de sus autoridades, el caso es que ejemplos como el del Museo de El Greco son incontables.
Y Toledo, en esta cuestión en concreto, escribe una de las páginas más esclarecidas que puedan ambicionarse. Estoy seguro.
¿Se ha detenido alguien a contar la cantidad de reformas que en no muchos años se han llevado a cabo en el entrañable caserón de la judería? Y, ya de paso, ¿ha logrado averiguar por qué?
Lo dicho, el arrepentimiento subsiguiente a cada una de ellas por parte de sus autores o no saber qué hacer con esos capitales que a todas luces nos sobran tienen que ser la explicación. Si no, la verdad , no se entiende.
Naturalmente, del trastorno que ello supone para la "industria cultural" de la ciudad no hablamos. Para qué. Con los discursos ya tenemos bastante.
Claro que si vamos de museos y de industria cultural, podríamos dedicar un recuerdo para el de Santa Cruz (me da la risa tonta sólo de pensar en los años que llevamos de obra), o para el de Arte Contemporáneo, que de ése ni se sabe.
Y si hablamos de arrepentimientos (o perfeccionismo) y despilfarro, para qué nos vamos a poner a contar las reformas que van acumuladas, por ejemplo, en el Hospitalito del Rey o en la Residencia de S. Juan de Dios, con la consiguiente precarización de un servicio tan absolutamente necesario como escaso. ¿Sabes lo que te digo? A los viejos, que les den, pues sí que...
Finalmente, y para que no se diga que tengo la mirada encenizada, me alegro sinceramente de la reinauguración del Museo de El Greco, cómo no; pero permítanme que, escaldado como un pollo en agua caliente, lance un desafío al personal: ¿Cuánto tiempo pasará antes de la siguiente reforma?
Se admiten apuestas.

jueves, 10 de marzo de 2011

ONRADA Y ONESTA, MÁS QUE EL QUE LO INBENTÓ

Hace unos días, en el noticiario de una cadena de televisión, contaban que Mª DOLORES DE COSPEDAL había sido objeto de una cierta distinción por parte de Mujeres por la Democracia en Talavera de la Reina. Hasta aquí, la información no ofrecía mayor relevancia que la de una rutina más o menos cotidiana y perfectamente asumida por el personal (¿para qué están en el mundo determinadas personalidades sino para recibir halagos y babosidades de los suyos mientras la cosa funcione?). Sin embargo, el asunto se convertía en ciertamente llamativo a partir del momento en que la presidenta de la organización, para justificar el agasajo, en un alarde idiomático sin parangón (quiero decir original hasta dejarlo de sobra), se dedicaba a glosar los méritos de la homenajeada a base de una enumeración de virtudes cuyas iniciales coincidían con las letras que componen el apellido de la protagonista del acto. Así, al llegar a la O de Cospedal, la señora por la democracia no tuvo reparo alguno en afirmar que la conocida política también merecía aquel homenaje por ONRADA y por ONESTA.


Captada plenamente mi atención por el doble disparate ortográfico, me dije que, o bien mi oído me había jugado una mala pasada, o bien la barbaridad en cuestión no era tal, sino más en concreto un juego semántico cargado de una intencionalidad que al pronto se me escapaba. Así que, en absoluto dispuesto a dejarme arrastrar por un tonto y precipitado alarde de purismo, me puse a la labor de averiguar el porqué de semejante malabarismo lingüístico.


Hechas las asociaciones mentales pertinentes, me encontré frente a una trayectoria política, la de la presidente regional del PP a lo largo de los últimos años, tan repleta de actividad como de contradicciones (todas ellas, a la sazón, perfectamente orientadas en la misma dirección). De manera que, centrado en esta línea de indagación, concluí que necesariamente la solución del galimatías habría de hallarse en el núcleo mismo de tan febril dedicación a la acción política.


Y, naturalmente obligado, llevé a cabo un repaso más o menos ordenado y sin la menor pretensión de resultar exhaustivo, con el que recordé cómo, habiendo votado en las Cortes autonómicas el proyecto de renovación del Estatuto, no tuvo el mínimo reparo en boicotearlo en el Congreso de los Diputados en razón de su cargo de Secretaria General de su partido en el ámbito nacional y a cuenta de no se sabe cuántos hectometros cúbicos de más o de menos, colocados aquí o allá, que eso era lo de menos. Y todo esto, claro está, sin dejar de destilar demagogia patriotera siempre que un auditorio castellano-manchego se lo demandase. Excepto cuando, anteponiendo los intereses murcianos y levantinos (insistamos en que sus cargos de mayor rango no son de aquí sino de más allá), no tuvo escrúpulo ninguno en enfrentarse incluso al empresariado castellano-manchego sin que la voz le temblara lo más mínimo.


Dicho todo lo cual, cabría preguntarse si esta candidata a presidirnos, senadora por más señas aunque al Senado no acuda ni en sus ratos libres, además de ejercer sus vaivenes con puntillosa vocación partidista por una pasta gansa, no lo hará en connivencia con las mujeres demócratas y para despistar a los detectives que al parecer la vigilan noche y día.


A la altura de este somero balance, sin embargo, he de confesar que no estoy seguro ni siquiera de haberme aproximado al esclarecimiento del misterio de marras. Aunque sí he llegado a dos conclusiones bien claras: la primera, que desde luego ONRADA y ONESTA no son vocablos que puedan encuadrarse en las familias semánticas de la HONRADEZ y la HONESTIDAD; y, segunda, que, a la vista de lo contemplado hasta hoy, en este país, con la ONRADED y la ONESTIDÁ por bandera, se puede ir hasta el fin del mundo..., si bien de vez en cuando, por exigencias del guión, haya que soportar que el rímel se corra sin dejar que aflore del todo la diminuta emoción de una lagrimita.