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miércoles, 20 de abril de 2011

Y EL PROFESIONAL SE MARCA UN CHOTIS ASAETADO

Interrogado sobre sus previsiones de futuro, el Alcalde-Candidato viene a confirmarnos dos cosas: primera, su decidida vocación por la profesión de político; y, segunda, la seguridad de que en este sentido sus miras no se enfilan hacia la región, sino hacia Madrid. En lo tocante a lo primero, resulta comprensible su actitud, dado que hasta ahora, que se sepa, no ha desempeñado otro trabajo en su vida, lo cual ya resulta harto harto significativo, ya.

En cuanto a la segunda de sus afirmaciones, dejando aparte consideraciones más o menos oportunas sobre qué sea eso de la política como profesión (terreno pantanoso donde los haya con la que está cayendo), la cuestión es que esas palabras, a fuer de suponerse sinceras y teniendo en cuenta los antecedentes inmediatos de su autor, no quedan nada bonitas. Qué digo bonitas, quedan fatal. Por diversas razones y en especial por el momento electoral en que se han pronunciado, todo en ellas da a entender que una vez más Toledo es considerado mera plataforma para otros fines y no como un objetivo prioritario. Digo, sobre todo en estos momentos electorales, que ya se sabe lo suyos que son los clientes de este negocio para estas cosas.

No, la afirmación no queda ni bonita ni adecuada a la ocasión concreta.

Mejor hubiera hecho García Page sin duda siguiendo el ejemplo de su mentor, cuando a la menor ocasión que se le daba se llenaba la boca a decir que él no tenía más ambición política que Castilla-La Mancha. ¡Cuántas veces nos habrá martirizado con la dichosa matraca! ¡Como si le hubiéramos hecho algo! Pero parece evidente que al Pequeño Saltamontes le quedan algunas lecciones por asimilar... Y, ahora que caigo, en eso quizá resida la razón de que quiera irse a Madrid. En acudir al calorcillo del Maestro Po, a fin de poder acabar su formación.

Alma de becario, se llama la figura.

Y digo yo que en esto de la política, eso de arrimarse al sol que más calienta debe de ser bastante rentable a corto plazo, pero también me da que a la larga un espíritu excesivamente vicario sólo puede alcanzar para llegar como mucho a Andavé, que es como llamaban antes los oficiales de algunos oficios a sus aprendices: "Andavé, y tráeme el botijo"; "Andavé, y apáñame lo de este alcalde"; "Andavé, y mira qué pasa con esa recalificación..."

En cuanto al maestro, todos sabíamos que mentía como un bellaco, pero lo cierto es que en el momento quedaba como Dios.