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jueves, 21 de abril de 2011

LA CANDIDATA REVENIDA

Excepto el nivel y la decencia en las proporciones adecuadas, hubiera estado por asegurar que en la política española ya habíamos tenido de todo, que lo habíamos visto todo. Vamos, que estábamos a la altura de las democracias más podridas. Sin embargo, debo reconocer que, al menos yo, jamás había contemplado las evoluciones de un candidato presentado con el claro propósito de perder las elecciones a las que concurre.

Como original, reconozco que lo es, y mucho. Pero nadie podrá negarme que el tema tiene su puntito de misterio.

Antes, la señora candidata del PP a la alcaldía de Toledo, pues a ella es a quien me refiero, se adornaba de un gesto severo e inquisidor que me ponía, qué queréis que os diga. Sí, la verdad es que me seducía ese aire de doncella un tanto melancólica acostumbrada a tratar sólo con intocables con poder mediante recomendación y con algunos coleguillas igualmente selectos.

Pero llegó la hora de la verdad, y aquel gesto, congelado el colorete en una sonrisa crispada y seca, se le volvió gelatinoso, agridulce y draculino. Ciertamente, hay que concurrir en que el estilista no tuvo su mejor día. Aquel celofán estilo Cruella de Ville con el que se envolvía nuestro personaje transmutóse de la noche a la mañana en el chisporroteo inofensivo de un diablillo de tercera fila al que evidentemente le quedaron demasiado grandes los cuernos, el rabo y el tridente de la jefatura.

Naturalmente, en nada ayuda por añadidura esa lista compuesta por unos cuantos que quieren pero no quieren, por otros que están pero no están y por aquellos que ni sí ni no, sino todo lo contrario. Elaborada al parecer sobre el erial de las zapatiestas internas, más se asemejan a confetis de compromiso que a guarnición de plato principal.

Y qué decir de esa pavorosa falta de programa. Porque están muy bien los lugares comunes, los remiendos de barrio, los eslóganes de laboratorio y las bombillas de colores. Pero ¿qué hay de lo principal?

¿Dónde nos hemos dejado a Toledo?

¿En qué consiste su concepto de la ciudad?

¿Cómo se formula?

¿Adónde se la quiere llevar?

¿Qué se pretende hacer con ella si es que algo se pretende que no sea el cansino y estéril trantrán de siempre?

¿Y qué hay de esa gran asignatura pendiente que sigue siendo el casco histórico, sin el cual Toledo no es sino una improvisación desparramada y caótica sin la menor gracia ni apenas sentido?

Bien, pues con todo y con eso, ahí la tenemos, en medio de la plaza de Zocodover (es un decir), a la vista de todo el mundo, con cara como de estar meando sin echar gota.

Y dicho esto, yo, que no soy quien para dar consejos a nadie, y menos a una experta en los recovecos de la mente humana, sí que me atrevería a darle dos de manera gratuita y desinteresada. Por ayudar más que nada y sin la menor acritud, que diría el otro.

A saber: "Querida doña Paloma, o relaja sus pinreles, que se adivina fácilmente que los tiene temblones y desorientados, y echa a correr hasta donde le den de sí antes de que sea demasiado tarde, o, por el contrario, quédese quieta parada, sea usted misma y, aunque usted y su amo formen parte de la familia aristocrática, mande a tomar por culo (con perdón) al enviado del conde Drácula."

















miércoles, 20 de abril de 2011

Y EL PROFESIONAL SE MARCA UN CHOTIS ASAETADO

Interrogado sobre sus previsiones de futuro, el Alcalde-Candidato viene a confirmarnos dos cosas: primera, su decidida vocación por la profesión de político; y, segunda, la seguridad de que en este sentido sus miras no se enfilan hacia la región, sino hacia Madrid. En lo tocante a lo primero, resulta comprensible su actitud, dado que hasta ahora, que se sepa, no ha desempeñado otro trabajo en su vida, lo cual ya resulta harto harto significativo, ya.

En cuanto a la segunda de sus afirmaciones, dejando aparte consideraciones más o menos oportunas sobre qué sea eso de la política como profesión (terreno pantanoso donde los haya con la que está cayendo), la cuestión es que esas palabras, a fuer de suponerse sinceras y teniendo en cuenta los antecedentes inmediatos de su autor, no quedan nada bonitas. Qué digo bonitas, quedan fatal. Por diversas razones y en especial por el momento electoral en que se han pronunciado, todo en ellas da a entender que una vez más Toledo es considerado mera plataforma para otros fines y no como un objetivo prioritario. Digo, sobre todo en estos momentos electorales, que ya se sabe lo suyos que son los clientes de este negocio para estas cosas.

No, la afirmación no queda ni bonita ni adecuada a la ocasión concreta.

Mejor hubiera hecho García Page sin duda siguiendo el ejemplo de su mentor, cuando a la menor ocasión que se le daba se llenaba la boca a decir que él no tenía más ambición política que Castilla-La Mancha. ¡Cuántas veces nos habrá martirizado con la dichosa matraca! ¡Como si le hubiéramos hecho algo! Pero parece evidente que al Pequeño Saltamontes le quedan algunas lecciones por asimilar... Y, ahora que caigo, en eso quizá resida la razón de que quiera irse a Madrid. En acudir al calorcillo del Maestro Po, a fin de poder acabar su formación.

Alma de becario, se llama la figura.

Y digo yo que en esto de la política, eso de arrimarse al sol que más calienta debe de ser bastante rentable a corto plazo, pero también me da que a la larga un espíritu excesivamente vicario sólo puede alcanzar para llegar como mucho a Andavé, que es como llamaban antes los oficiales de algunos oficios a sus aprendices: "Andavé, y tráeme el botijo"; "Andavé, y apáñame lo de este alcalde"; "Andavé, y mira qué pasa con esa recalificación..."

En cuanto al maestro, todos sabíamos que mentía como un bellaco, pero lo cierto es que en el momento quedaba como Dios.

lunes, 18 de abril de 2011

M. A. BARRACUS JALEA A JESÚS EN JERUSALÉN

Domingo de Ramos.

Quien no estrena,

pierde las manos.


Hace un rato largo que Emiliano García Page se pasó ocho pueblos agitando su personal coctelera ideológica: religión a voluntad, unas gotitas de Constitución al gusto sin que haya que temer sanciones por contravenir incluso ordenanzas estatales (tal para cual) y abundante hielo para atemperar los ardores legalistas. Ahora bien, se presente como se presente, con azúcar glaseado en los bordes de la copa y una guinda en el fondo o a palo seco, el resultado hiede que apesta a ambigüedad calculada. Y ya se sabe que, si la ambigüedad en política es cosa de chisgarabises, la ambigüedad calculada es igual de inane pero infinitamente más arriesgada, porque a la postre es muy posible que te deje sin pan y sin perro. ¿Hace falta explicar que cada día son más quienes, creyentes o no creyentes, comprenden que estado y religión casan mal en la misma copa? ¿Hace falta explicar que, por ésta y otras razones similares, la abstención crece a pasos agigantados entre la izquierda?


¿Hace falta explicar, en fin, que en este asunto no interviene únicamente el mandato constitucional, sino la dignidad y el respeto al prójimo? Conozco a un exconcejal, miembro que fue de la primera corporación democrática que, tras verse sometido a la vergüenza (ajena) de un debate en que se reprochaba a unos cuantos ediles no haber asistido a la procesión del Corpus, le llegó el turno de explicar sus razones. La respuesta no pudo ser más sencilla: "No he asistido ni asistiré a ninguna procesión religiosa por respeto a los creyentes".


Sí, sí, tú dame pan y llámame tonto.


Y aun así, debo reconocer que esta vez la presencia de García Page en la procesión de las palmas me ha impresionado especialmente. No sé si por la propia prestancia de la figura en sí o por cierto aditamento que, por si quedaba alguna duda, añade auténtica majestad al cuadro y un nuevo peso al electoralismo rampante. Como todo el mundo puede observar en las fotos de prensa, me refiero a que en esta ocasión, el señor Alcalde no sólo se ha ataviado con el traje inconstitucional de costumbre sino que además se ha investido con el aura de un hermano mozárabe, merced a ese toisón, digo, collarón, que le cruza el pecho de hombro a hombro, en lugar del sencillo cordón municipal que corresponde al cargo. Así que, reconozcámosle al menos la habilidad de superarse a cada paso: inconstitucional y antirreglamentario en una sola tacada, ahí es nada. Y yo me pregunto a cuento de qué y quién dará más.


Todo sea por el pan, aunque me llames tonto.


Por esta regla de tres, también estoy por preguntarme si no lo veremos cualquier día con la quipá y la chilaba por si todavía queda algún votito judío en la judería y otro morito en la morería. Por aquello de las tres culturas, digo. Claro que en el caso del collarón sinceramente no creo que haya la menor intención electoralista, sino más bien una cierta inclinación hortera hacia el oropel y el relumbre a imitación del negro del Equipo A.


Dejémonos de mamonadas, aquí importa lo que importa: las masas enfervorizadas se corren de gusto con estas manifestaciones de glamour y buen gusto de sus representantes.


La procesión discurre solemne según lo previsto y por sus pasos contados. Como debe ser.


Hasta que una voz tímida pero desgarrada solicita un milagro: "Dignidad, trabajo y Constitución".


De entre la fila de los palmeros socialistas, sale un susurro imperioso: "Un respeto, que está pasando la borriquita".


Por todas las esquinas, sobre las cabezas de la asombrada muchedumbre, asoman su jeta los guardias por si acaso.


Pero no pasa nada.

domingo, 17 de abril de 2011

CRÁNEO PRIVILEGIADO

Veo en las páginas de ABC Toledo un gran retrato del Niño de los Patronatos, obra de Pepe Castro, en cuyo extenso pie de foto, además de glosar algunos de los atributos del personaje, se nos viene a reproducir textualmente la siguiente declaración: "Siempre he hecho lo contrario de ir de nieto de mi abuelo".


Uno lee estas cosas y no tiene por menos que entrarle el remurguillo de la frustración personal. ¡Pero cómo coño he podido desperdiciar la vida de esta forma tan miserable! Porque, si hemos de entender la frasecita en su contexto, tenemos que llegar necesariamente a la pregunta clave: ¿Esto es lo que tiene ser Grande de España o este país es el paraíso de la igualdad de oportunidades y yo no me he enterado?


Y como no soy dado a pensar mal de nadie de forma gratuita, descartada la primera de las opciones y admitida la segunda, debo deducir que ese ser extraordinario que nos observa desde la atalaya maravillosa del Cigarral de Menores es un auténtico cráneo privilegiado.


Y no ganará el premio Nobel porque su especialidad no existe. Una pena.

martes, 12 de abril de 2011

14 DE ABRIL, OCHENTA AÑOS

Desde siempre he rechazado esa especie de moraleja con la que, en un resumen supuestamente salomónico, algunos historiadores y ensayistas vienen a afirmar que a la II República española entre todos la mataron y ella sola se murió. Una aseveración tan taimada como confusa. Menos de veinticuatro horas después de su proclamación, en la catedral de Toledo, Pedro Segura, Cardenal Primado y por tanto la jerarquía más importante de la época en la Iglesia católica, lanzaba una arenga incendiaria que era una declaración de guerra en toda regla. La Maldad se había puesto en marcha y no pararía hasta que, ocho años después, cautivo y desarmado el ejército rojo, aplastara a sangre y fuego el sueño de libertad, progreso y justicia social que todo un pueblo había conquistado democráticamente.

Habrá, porque siempre lo hay, quien me acuse de simplicar en exceso este capítulo esperanzador y terrible de la historia de España. Pero lo cierto es que creo firmemente en que hay que desconfiar de aquellos que, a fuer de amontonar razones y opiniones neutrales en apariencia, sólo pretenden emborronar la realidad, esto es, darnos gato por liebre. Y porque también creo que las grandes verdades son muy simples la mayoría de las veces, es por lo que me resisto a mezclar víctimas con verdugos, repartiendo culpas, como si aquí todo el mundo hubiera mamado por igual la leche de Satanás.

Entre una fecha (la de la proclamación) y otra (la del final de la guerra), el desorden y el caos. Esto es lo que decían curas, militares, terratenientes, banqueros, caciques de todo pelaje y monárquicos para justificar lo injustificable: una matanza atroz realizada con el inmenso apoyo, no se olvide, de nazis alemanes y fascistas italianos.

Puede que sí y puede que no. Y también puede que el desorden y el caos tuvieran un origen algo más sórdido y oscuro que lo que han pretendido inculcarnos machaconamente durante cuarenta años de dictadura. Claro que quién puede creerse a estas alturas las lecciones de historia de quienes perpetraron el genocidio. Hoy ya sabemos algo más de lo que sucedió y de lo que no sucedió. Así que no podemos llamarnos a engaño. Miles de hombres y mujeres tirados en las cunetas como basura, por ejemplo, nos alertan con su dedo justiciero.

En todo caso, resulta de obligado cumplimiento recordar algunas de las líneas maestras de la República, ésas que aún hoy siguen despertando el interés de quienes pensamos que a veces los sueños colectivos son posibles, por más que, como en el caso que nos ocupa, todas las fuerzas reaccionarias de la tierra se confabulen para frustrarlos.

Una es aquella que nos muestra una sociedad que, tras siglos de sometimiento y opresión, en aquel día de abril de 1931 se despertó compuesta de ciudadanos y no de súbditos cuando no de siervos de la gleba en pleno siglo XX.

La otra se refiere al gigantesco esfuerzo que desde el primer momento dedicó el nuevo régimen a la educación y la cultura, consciente de que sólo por esta vía podría llegar la solución a la mayoría de los males que padecía España. Así que, junto a multitud de iniciativas encaminadas a la popularización de la cultura, hay que recordar que en apenas un año, el primer gobierno de la República construyó siete mil escuelas y puso en marcha con grandes resultados el más ambicioso plan de formación de profesores. Unos datos que nunca dejan de producirme un cierto estupor.

Creo que no hace falta decir que el régimen franquista aplicó sobre los maestros una represión feroz, al tiempo que cerró muchos de estos centros en aras de que la Iglesia recuperara sus privilegios en este ámbito.


Da para mucho todavía el tema en cuestión, pero no es cosa de detenerse como pájaro embobado por la serpiente y no extraer alguna enseñanza de aquellas lecciones ejemplares, más necesarias que nunca en este tiempo de corrupción y mercadeo político.

Un escalofrío me recorre el espinazo sólo de pensar que, si esto fuera la III República, José Mª Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero habrían podido ocupar el sillón presidencial de don Manuel Azaña.

¿De verdad podéis imaginarlo?

De manera que, visto lo visto, Virgencita, Virgencita, que me quede como estoy.

domingo, 10 de abril de 2011

ENCIMANDO, QUE ES GERUNDIO

Siempre me he tenido por un defensor a ultranza de la libertad de expresión, y no es cuestión de andarse con demostraciones. Pero al mismo tiempo soy de los que creen que cuando no se tiene nada que decir o cuando se habla por boca de ganso, lo prudente es mantenerse calladito. Parece evidente, sin embargo, que no estamos en el tiempo de la prudencia, sino en el de la incontinencia.


Traigo a colación el tema tras leer en el periódico La Tribuna una columna con la que Carlos Martín Fuertes pretende replicar a una solicitud de Aurelio San Emeterio para que el día 22 de mayo sean retirados los símbolos religiosos de los colegios electorales. Pues bien, frente al rigor constitucional del concejal, opone el columnista una burda argumentación con menos sentido de la lógica que el cerebro de una ameba. Sobre todo si tenemos en cuenta que tanto la letra como el espíritu constitucionales en ningún momento se refieren a eventualidades concretas, sino a la aconfesionalidad del Estado, sin más. De lo que debemos deducir que estos símbolos deberían suprimirse de cualquier espacio dependiente del Estado y de manera permanente, ya que no se hizo el mismo día en que la Constitución entró en vigor.


Tan grosera resulta la mezcla realizada de lo privado y lo público por el articulista que ciertamente da que pensar, por ejemplo, en el escaso respeto que estos guerreros de la furia sienten por sus símbolos y por la gente. Este arrojado luchador vecinal (de cuando militar en este movimiento cívico salía gratis, no de antes), en el colmo de una inocente desfachatez (no quiero ni siquiera pensar en que exista mala fe), se atreve a comparar el precepto establecido por la Carta Magna con el hecho de prohibir a una señora que cuelgue un crucifijo de su cuello (¡). Asimismo se lamenta el hombre, a mayor abundamiento, de haber tenido que asistir a reuniones en los locales de IU presididas por símbolos de esa asociación política que a él no le agradaban. Lo dicho: lo público y lo privado a hostia limpia en el magín del dichoso escribidor, el cual no repara, por cierto, en terminar su deposición calificando de "gilipollez" el cumplimiento del mandato constitucional.


No obstante, he de confesar sinceramente que no creo que todo se deba a un afán demagógico por arrimar el ascua a alguna sardina (aunque queda claro que se le ve la peineta desde lejos), sino simple y llanamente a ignorancia, puritita ignorancia en lo tocante a distinguir el culo de las témporas.


Y es que, entre las muchas cosas buenas que nos trajo, esta democracia que nos hemos dado a nosotros mismos (gloria bendita, para qué andarnos con tonterías; ¿en España qué tenéis, una dictadura o una democracia?; en España tenemos gloria bendita), entre los muchos beneficios, digo, que nos deparó hay que destacar esta socialización de la escritura. Ahora todo el mundo escribe, todo el mundo publica libros, embadurna periódicos o infecta la red de redes (repárese en el caso presente, sin ir más lejos). Es más, conozco a algunos que darían media vida por salir en los papeles.


Todo el mundo escribe, sí señor. Aunque sea encimándonos pegajosamente con el fétido aliento de su incultura o el beatífico de su fe regodeándose en torno al cogote, o arrejuntando adverbios con adjetivos, es decir, colocando cerca nuestro el ojo espía de su sacrosanta vigilancia.


sábado, 9 de abril de 2011

LA VIDA Y TAL

En el transcurso de su inauguración, delante del Cardenal Cañizares (¡pachasco!), autoridades y otras "personalidades", alguien comentó que el nuevo tanatorio iba a dar mucha vida a la zona.

martes, 5 de abril de 2011

LA MALDAD

Unos cierran los ojos a la realidad, otros simplemente se llaman Andanas y el resto asiste impotente a la persistencia de la enfermedad. Pero aquí todo el mundo sabe que los curas están programados para ejercer la profesión de la maldad. Es cierto que después, con la práctica, los hay que eligen ser buena gente, pero en general son muchos más los que, fieles a la misión encomendada, emponzoñan cuanto rozan con la tranquilidad que les da la suprema coartada de ser nada menos que ministros de Dios en la tierra.


Con uno de los peores de entre estos últimos tuvo la mala suerte de ir a dar un amigo que acostumbra a moverse por el mundo a golpe de sentimiento y guiado siempre por la más arriesgada de las ideas, la de creer, contra toda evidencia, que cualquier persona está equipada con una dosis de bondad por pequeña que sea.


Albergaba mi amigo la esperanza, prolongación de la que durante años había alimentado su padre, fallecido poco tiempo atrás, de recrear el aliento de sus antepasados así como de recuperar la atmósfera entrañable de su infancia, sencillamente regresando a la casa de sus primeros juegos. La casa, en fin, en la que habían nacido su padre y sus tíos y habían vivido abuelos, bisabuelos y tatarabuelos.

Compartido este afán con su madre, que aún vivía, la aspiración de ésta, sin embargo, se concretaba en el deseo de morir entre los muros en que había desgranado gran parte de las alegrías y las fatigas de su juventud.


Hay que decir que, tras un arrendamiento de más de ciento sesenta años documentados, la familia de mi amigo continuaba pagando el alquiler del inmueble bajo la razón social de la empresa familiar, que en aquellos momentos lo tenía dedicado a almacén en viejo acuerdo mutuo con el arrendador, esto es, el Cabildo de la Catedral.


Y tal era la situación en los últimos años del siglo pasado, cuando, un día, mi amigo descubrió que en una de las dependencias el techo amenazaba con derrumbarse. De modo que, como si de una señal se tratara, comprendió que aquél era el momento en que debía decidirse a pulsar las intenciones de la propiedad al respecto, poniéndose en contacto con el señor Deán, de nombre Evencio Cófreces, un auténtico malvado profesional y verdadero protagonista de esta historia siniestra.


Pensado y hecho, ya en la primera entrevista mi amigo, que tenía un pasado rojeras, apreció algún que otro indicio de un rechazo preconcebido y visceral por parte del eclesiástico. Y es que ya se sabe que esta gente puede pasar por alto la pederastia, las dictaduras más sanguinarias o el genocidio, pero al rojerío, ni agua.

No obstante, a lo largo de varias entrevistas, todo fueron sonrisas, buenas palabras y animadas charlas sobre arte paseando por las naves del templo mayor de la ciudad, habiendo dejado claro desde el principio que, en efecto, el Cabildo había pensado en desprenderse de la casa y que quién mejor que mi amigo, sucesor de tantas generaciones que tanto y tan bien habían servido a la Iglesia toledana con sus trabajos de cantería.


Así que, a sugerencia del señor Deán, escribió mi amigo una solicitud en toda regla dirigida al Cabildo catedralicio, única instancia institucionalmente facultada para tomar este tipo de decisiones. Sin embargo, cuál no sería su sorpresa cuando, contra lo prometido, recibió en respuesta una negativa en toda regla.

La contradicción entre esta comunicación y las palabras del Deán, además de algunas irregularidades formales del escrito, hicieron sospechar a mi amigo que algo no estaba del todo claro. Y, así, indagando por su cuenta, fue como supo que el Cabildo no se había reunido desde hacía meses ni, por supuesto, había analizado la pretensión-oferta que él les había expuesto en su carta.


Descubierta la patraña, este individuo, significado miembro del Opus (repárese en el dato), más preocupado por el formalismo que por su honra de mentiroso pillado con las manos en la masa, le dijo a mi amigo que repitiera su solicitud. Su única intención, como después se vio, fue la de enmendar las anomalías formales del anterior. Porque, aunque el Cabildo siguió sin conocer el asunto, el escrito de respuesta ya iba debidamente acompañado de las firmas y sellos pertinentes.


Sin embargo, en este punto es donde empieza a hacerse evidente la perversión moral del pájaro, ya que éste no tenía reparo alguno en seguir alimentando el deseo de mi amigo, asegurándole que no debía preocuparse por el final feliz del problema, ya que muy pronto encontrarían una solución a la medida de sus expectativas. Mi amigo, que no daba crédito a lo que estaba sucediendo, llegó incluso a ofrecer su renuncia a los derechos devengados por tantos años de alquiler, a lo que el canónigo protestaba muy puesto en la razón legal.


La cuestión es que, fallecido de pronto aquel mal bicho, mi amigo se encontró con que un fallo emitido por un juez (¡Ojo, dicen que también miembro del Opus!) había despojado a su familia de todos los derechos a los que era acreedora, mediante la martingala de una demanda por abandono contra su abuelo, uno de los firmantes del penúltimo contrato (no del que estaba en vigor), que llevaba más de treinta años muerto y que lógicamente no pudo personarse en la causa, el hombre.

Tal vez sobren detalles, como la existencia de otra firmante de aquel contrato (tía de mi amigo), que aún vivía y que en ningún momento recibió notificación alguna; o que, ante la supuesta ausencia de otras referencias, los autos hubieran salido publicados en el Boletín Oficial de la Provincia, que como todo el mundo sabe es una lectura diaria y obligada de cualquier ciudadano de bien; o, porque no se deje de tener en cuenta, que existiera un contrato posterior y otros titulares, tal y como constaba en el fajo de recibos pagados a lo largo de muchos años... Qué importan los detalles, a esto yo lo llamo "canallada de la peor especie" aunque en realidad se llame "fraude de ley", creo.


Y todo, mientras aquel canalla seguía entrevistándose con mi amigo y prometiéndole un final feliz mientras secretamente esperaba que transcurrieran los plazos legales para interponer el correspondiente recurso.


Claro que la cosa no estaría completa si no se añadiera que ni él ni sus sucesores, amparándose en no sé qué requisito legal (tiene gracia el sarcasmo), han tenido a bien devolver a mi amigo y sus otros parientes afectados todo el contenido de la casa: una cantidad considerable de valioso material de construcción, y algunas obras de arte realizadas por uno de sus tíos, un conocido escultor toledano. Los mismos sucesores que, habiendo reconocido tácitamente la mala jugada de su antecesor, tampoco han tenido la decencia de pedir perdón (¿perdón?, tratándose de esta gente, la palabra se me deshace entre los dientes).


Al respecto, me pregunto cómo se cuece la promoción profesional de estos especímenes, ya que parece obvio que aquel miserable hacía tiempo que se había hecho merecedor de un buen ascenso en el escalafón.


¿Estafa? ¿Robo? En fin, qué más da, es lo suyo, una de las muchas variantes de su profesión.

domingo, 3 de abril de 2011

SOBRE LA COLECCIÓN "LUIS ALBA"

Tomando como punto de partida una moción presentada por Ángel Dorado y aprobada por unanimidad en un pleno municipal durante el año 1999, me cuentan que un grupo de particulares, ante la desidia de autoridades, fundaciones, academias y demás cónclaves de ovejas muertas, se puso a la tarea de salvar para la ciudad de Toledo la Colección "Luis Alba", que en aquellos momentos corría un grave riesgo de desmembración y aun de desaparición.

Para ello, elaboró un proyecto ("Biblioteca-Museo de la Ciudad de Toledo") con el que poder dirigirse a diversas instituciones a fin de c0nseguir aportaciones que, sumadas, pudieran cubrir el precio (apenas simbólico) de su adquisición por parte del Ayuntamiento, a cuya cabeza se hallaba José Manuel Molina, única y honrosísima excepción, por cierto, en medio de la indiferencia general.


Y en ésas estaban, o sea, exponiendo el plan a unos y a otros, cuando a la Real Fundación de Toledo se le movió el cuajo (1) y distinguió con una de sus medallas anuales al sacrificado y benemérito recopilador del espléndido tesoro.

Así, nos encontramos con que, en ceremonia perfectamente monárquica y solemnísima (todas lo son, cómo no, cuando de la dicha fundación se trata), el presidente Bono vino a vomitar uno de esos discursos que tan intenso placer le proporcionan y que tan satisfechos dejan a los oyentes cuando ignoran que el tal Demóstenes miente más que habla. El caso es que, puesto a quedar bien hasta con el apuntador, el Señor de todo lo que se menea (así como de lo que no se menea) prometió igual de solemne que la institución que el presidía haría todo lo posible por que la colección se salvara y se quedara en Toledo.


Y ahí tenemos a los particulares en cuestión, proyecto en mano, yendo a visitar a la Viceconsejera encargada de los asuntos culturales a fin de ver la manera de concretar la dicha promesa. La Viceconsejera, todo hay que decirlo, acogió incluso con entusiasmo lo que se le proponía, pero, como era natural y todos entendieron, el asunto, debería pasar el filtro de las instancias correspondientes. De manera que empezó a transcurrir el tiempo.


Y transcurrió, vaya si transcurrió, y no sólo esto, sino que volvió a transcurrir, ya lo creo...


Hasta que un buen día, la Viceconsejera les comunicó que no había nada que hacer Y que no había nada que hacer, se explicó, sobre la base de dos poderosísimas razones esgrimidas por el Director General de Patrimonio, al que los ingenuos particulares supusieron debidamente aleccionado por el Gran Jefe: 1ª, "Se trata de un proyecto demasiado localista", lo cual hay que reconocer que no dejaba de ser verdad, sobre todo si se tiene en cuenta que no hacía mucho que la Junta de Comunidades había comprado una colección de botijos y otra de navajas, materias universales donde las haya, para qué nos vamos a engañar; y 2ª, y quizá de mayor peso específico que la anterior, "Y esta foto, ¿quién se la hace?"


Por resumir, digamos que llegó el momento en que el Sr. Molina, venciendo no pocas dificultades administrativas y hasta políticas de sus propios compañeros de equipo de gobierno, consiguió sacar adelante el capítulo financiero con que zanjar el larguísimo trámite. Y así fue como se alcanzó el acuerdo con don Luis Alba para que su valiosa colección pasara a ser propiedad del pueblo de Toledo, algo con lo que él había soñado siempre.


Pero he aquí que, cubiertas todas las fases pertinentes y cuando ya todo estaba a punto para la entrega oficial, en el año 2007, se inició ese aquelarre de promesas y gilipolleces que en este país llamamos "campaña electoral". Y, entonces, como aquél que dice, al asunto le cagó la paloma: Haciendo gala de una actitud harto confusa en atención al tiempo político que se vivía, el séñor Alba propuso posponer la entrega para después de celebradas las elecciones. Muchas cosas se dijeron entonces al respecto, como, por ejemplo, que el Sr. García Page, candidato a la alcaldía, le había alertado sobre el aprovechamiento electoral que sus rivales podían hacer del evento. E, inexplicablemente, ahí quedaron las cosas.


Hasta que algunas semanas después, ya proclamado nuevo alcalde el Sr. García Page, se llevó a cabo la entrega oficial de la Colección "Luis Alba". Y así fue cómo, sin comerlo ni beberlo y procediendo de la cohorte de quien había hecho lo posible por abortar el proyecto, se forjó por fin la foto de marras, si bien, como puede comprenderse, en ella contraste vivamente la presencia de los impostores frente a la injusta ausencia de quienes lo merecían.


En fin...

A los ausentes, ajo, agua y resina.

Y a los impostores, que el Señor de los Botijos y las Navajas los tenga en su gloria.


(1) Dicen las malas lenguas, que en años anteriores, la Fundación se había negado a conceder la distinción a don Luis Alba apoyándose en las connotaciones políticas de su apellido. Pero yo no creo semejante mezquindad en unas personas tan reputadas de generosidad y liberalismo. ¡Quita, hombre!