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viernes, 10 de junio de 2011

MENTIROSOS

Aquí, todos hablamos de lo mismo y con parecido grado de indignación. Aquí, todos vamos de Pilatos, quiero decir, todos nos lavamos las manos como si ninguno tuviera nada que ver en el asunto. Y, entonces, yo me pregunto:

¿Quiénes son en realidad los corruptos?

¿De dónde sale tanto mangante como llena nuestra vida institucionasl y social? ¿Dónde se acuña tanto impostor?

¿Serán todos ellos acaso una tropa de chinos que se ha adueñado del negocio sin que nos hayamos dado cuenta?

Y, sobre todo, ¿cuántos son? Porque, vamos a ver, digo yo que alguna vez habría que contarlos, aunque sólo fuera por echar un poco de luz sobre la ciencia estadística. O eso, o habrá que concluir en que ésta es una tierra de embusteros redomados.

Me pasa con esto últimamente lo mismo que con los heroicos luchadores antifranquistas. Pasado el tiempo y los riesgos ineherentes al caso han salido a relucir tantos que, si los contáramos, nos encontraríamos con que en su día no habrían cabido en la península ibérica. Falso todo de toda falsedad. Y lo sé de buen a tinta. El cuñado de un vecino de un primo segundo del tercer marido de mi tía abuela Eufemia (q.e.p.d.) jura y perjura que eran cuatro gatos. Y digo yo que algo debe de saber el hombre porque a lo que parece él si estuvo en el ajo. Siete años de cárcel lo atestiguan. Y eso sin contar con que el pájaro se murió en su camita, de un hospital y no muy tranquilito, el pobre, es verdad, pero sí en su camita. Así que menos lobos, Sebastián.

Pero volvamos a nuestro asunto. La cuestión es que a mí, lo que se dice estadísticamente, las cuentas no me salen. Y de verdad que, con la que está cayendo, nada me gustaría más en el caso que me ocupa. Pero, lo dicho, la sencilla ecuación en que me debato no puede ser más elocuente. Por un lado, hace unos días, diversas encuestas nos vienen con que casi un ochenta por ciento de la población española se muestra de acuerdo o muy de acuerdo con la mayoría de las reivindicaciones formuladas por los "Indignados" del 15-M, ya saben, los almacántaros que exigen "democracia real ya". Y, por otro y como todo el mundo recordará, todavía no hace ni tres semanas que se celebraron elecciones municipales y autonómicas en la mayor parte de España con el resultado de todos conocidos y cuyas cifras aún pueden ser contrastadas fácilmente.

Por lo que, naturalmente, ante esas cifras la pregunta se formula por sí sola: Si casi el ochenta por ciento de la población está tan indignado, ¿quién elige a tanto figurón de tan diverso pelaje como pudre el bendito Sistema y con qué porcentaje?

¿No será que es éste un país de estómagos agradecidos?

¿O acaso será que no somos más que una enorme peña de chaqueteros y emboscados que dicen una cosa y hacen otra?

¿O será que, siendo una banda de sumergidos mucho más amplia de lo que suele creerse, nos explayamos cuando un extraño con un cuaderno o un micrófono nos pregunta garantizándonos el anonimato?

¿No será que, aun produciéndonos asco los males que aquejan al dichoso Sistema, para nosotros lo principal es pensar que tal vez un día podamos usarlos en nuestro provecho, que nunca se sabe?

¿O no será, sencillamente, que, al igual que Belén Esteban, el tal sistema nos divierte hasta partirnos el culo aunque en el fondo nos repugnen sus fallos y pestilencias?

Pero no.

Lo que sucede, y no hace falta ser un lince para verlo, es que aquí todo el mundo miente. Miente votando por lo que pueda caer. O miente no votando al tiempo que se engaña a sí mismo por aquello de la repulsión que me causa esta merienda de negros. O bien miente cuando se indigna pero no se ve dotado para indignarse cuando miente. Y, por supuesto, miente cuando le dicen que es para una encuesta, ya que no es lo mismo opinar, un suponer, sobre diferentes clases de vino que sobre los arreglos nasales de Belén Esteban. ¿O era del dichoso Sistema de lo que hablábamos? El amable visitante sabrá perdonarme, pero puedo asegurar que con tanto ajetreo mental a veces me siento incapaz de distinguir al uno de la otra.
El caso es que, a la vista de semejantes distorsiones estadísticas, uno no puede evitar hacerse sus muy particulares consideraciones.

Unamuno, un moralista atormentado del que hoy nadie se acuerda, impenitente militante de la desesperanza, señaló hace muchos años la envidia como el rasgo que caracterizaba, según él casi genéticamente, el comportamiento de los españoles. De ahí la tendencia cainita que había llenado la historia patria de tantos y tan trágicos enfrentamientos.

Y es en este momento cuando trato de recordar quién era el que decía que la raza hispana no evoluciona. Pues bien, ahí lo tenemos.

Lo cierto es que este pueblo no es que bata cada día marcas de incultura y estupidez, que también, sino que está perdidito de mentiras y mentirosos. Y no sé yo qué será peor.

¿Será por esto, en fin, por lo que algunos le han despojado del nombre y lo han llamado "ciudadanía"?




NOTA: Aquí, entre nosotros, ésta es la razón por la que estoy convencido de que el 15-M morirá de inanición a no tardar demasiado. Contra una "ciudadanía" que disfruta mintiendo y engañándose a sí misma como lo hace la española no hay movimiento que valga, por muy cargado de verdad y justicia que se manifieste.















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