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domingo, 3 de abril de 2011

SOBRE LA COLECCIÓN "LUIS ALBA"

Tomando como punto de partida una moción presentada por Ángel Dorado y aprobada por unanimidad en un pleno municipal durante el año 1999, me cuentan que un grupo de particulares, ante la desidia de autoridades, fundaciones, academias y demás cónclaves de ovejas muertas, se puso a la tarea de salvar para la ciudad de Toledo la Colección "Luis Alba", que en aquellos momentos corría un grave riesgo de desmembración y aun de desaparición.

Para ello, elaboró un proyecto ("Biblioteca-Museo de la Ciudad de Toledo") con el que poder dirigirse a diversas instituciones a fin de c0nseguir aportaciones que, sumadas, pudieran cubrir el precio (apenas simbólico) de su adquisición por parte del Ayuntamiento, a cuya cabeza se hallaba José Manuel Molina, única y honrosísima excepción, por cierto, en medio de la indiferencia general.


Y en ésas estaban, o sea, exponiendo el plan a unos y a otros, cuando a la Real Fundación de Toledo se le movió el cuajo (1) y distinguió con una de sus medallas anuales al sacrificado y benemérito recopilador del espléndido tesoro.

Así, nos encontramos con que, en ceremonia perfectamente monárquica y solemnísima (todas lo son, cómo no, cuando de la dicha fundación se trata), el presidente Bono vino a vomitar uno de esos discursos que tan intenso placer le proporcionan y que tan satisfechos dejan a los oyentes cuando ignoran que el tal Demóstenes miente más que habla. El caso es que, puesto a quedar bien hasta con el apuntador, el Señor de todo lo que se menea (así como de lo que no se menea) prometió igual de solemne que la institución que el presidía haría todo lo posible por que la colección se salvara y se quedara en Toledo.


Y ahí tenemos a los particulares en cuestión, proyecto en mano, yendo a visitar a la Viceconsejera encargada de los asuntos culturales a fin de ver la manera de concretar la dicha promesa. La Viceconsejera, todo hay que decirlo, acogió incluso con entusiasmo lo que se le proponía, pero, como era natural y todos entendieron, el asunto, debería pasar el filtro de las instancias correspondientes. De manera que empezó a transcurrir el tiempo.


Y transcurrió, vaya si transcurrió, y no sólo esto, sino que volvió a transcurrir, ya lo creo...


Hasta que un buen día, la Viceconsejera les comunicó que no había nada que hacer Y que no había nada que hacer, se explicó, sobre la base de dos poderosísimas razones esgrimidas por el Director General de Patrimonio, al que los ingenuos particulares supusieron debidamente aleccionado por el Gran Jefe: 1ª, "Se trata de un proyecto demasiado localista", lo cual hay que reconocer que no dejaba de ser verdad, sobre todo si se tiene en cuenta que no hacía mucho que la Junta de Comunidades había comprado una colección de botijos y otra de navajas, materias universales donde las haya, para qué nos vamos a engañar; y 2ª, y quizá de mayor peso específico que la anterior, "Y esta foto, ¿quién se la hace?"


Por resumir, digamos que llegó el momento en que el Sr. Molina, venciendo no pocas dificultades administrativas y hasta políticas de sus propios compañeros de equipo de gobierno, consiguió sacar adelante el capítulo financiero con que zanjar el larguísimo trámite. Y así fue como se alcanzó el acuerdo con don Luis Alba para que su valiosa colección pasara a ser propiedad del pueblo de Toledo, algo con lo que él había soñado siempre.


Pero he aquí que, cubiertas todas las fases pertinentes y cuando ya todo estaba a punto para la entrega oficial, en el año 2007, se inició ese aquelarre de promesas y gilipolleces que en este país llamamos "campaña electoral". Y, entonces, como aquél que dice, al asunto le cagó la paloma: Haciendo gala de una actitud harto confusa en atención al tiempo político que se vivía, el séñor Alba propuso posponer la entrega para después de celebradas las elecciones. Muchas cosas se dijeron entonces al respecto, como, por ejemplo, que el Sr. García Page, candidato a la alcaldía, le había alertado sobre el aprovechamiento electoral que sus rivales podían hacer del evento. E, inexplicablemente, ahí quedaron las cosas.


Hasta que algunas semanas después, ya proclamado nuevo alcalde el Sr. García Page, se llevó a cabo la entrega oficial de la Colección "Luis Alba". Y así fue cómo, sin comerlo ni beberlo y procediendo de la cohorte de quien había hecho lo posible por abortar el proyecto, se forjó por fin la foto de marras, si bien, como puede comprenderse, en ella contraste vivamente la presencia de los impostores frente a la injusta ausencia de quienes lo merecían.


En fin...

A los ausentes, ajo, agua y resina.

Y a los impostores, que el Señor de los Botijos y las Navajas los tenga en su gloria.


(1) Dicen las malas lenguas, que en años anteriores, la Fundación se había negado a conceder la distinción a don Luis Alba apoyándose en las connotaciones políticas de su apellido. Pero yo no creo semejante mezquindad en unas personas tan reputadas de generosidad y liberalismo. ¡Quita, hombre!