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jueves, 21 de abril de 2011

LA CANDIDATA REVENIDA

Excepto el nivel y la decencia en las proporciones adecuadas, hubiera estado por asegurar que en la política española ya habíamos tenido de todo, que lo habíamos visto todo. Vamos, que estábamos a la altura de las democracias más podridas. Sin embargo, debo reconocer que, al menos yo, jamás había contemplado las evoluciones de un candidato presentado con el claro propósito de perder las elecciones a las que concurre.

Como original, reconozco que lo es, y mucho. Pero nadie podrá negarme que el tema tiene su puntito de misterio.

Antes, la señora candidata del PP a la alcaldía de Toledo, pues a ella es a quien me refiero, se adornaba de un gesto severo e inquisidor que me ponía, qué queréis que os diga. Sí, la verdad es que me seducía ese aire de doncella un tanto melancólica acostumbrada a tratar sólo con intocables con poder mediante recomendación y con algunos coleguillas igualmente selectos.

Pero llegó la hora de la verdad, y aquel gesto, congelado el colorete en una sonrisa crispada y seca, se le volvió gelatinoso, agridulce y draculino. Ciertamente, hay que concurrir en que el estilista no tuvo su mejor día. Aquel celofán estilo Cruella de Ville con el que se envolvía nuestro personaje transmutóse de la noche a la mañana en el chisporroteo inofensivo de un diablillo de tercera fila al que evidentemente le quedaron demasiado grandes los cuernos, el rabo y el tridente de la jefatura.

Naturalmente, en nada ayuda por añadidura esa lista compuesta por unos cuantos que quieren pero no quieren, por otros que están pero no están y por aquellos que ni sí ni no, sino todo lo contrario. Elaborada al parecer sobre el erial de las zapatiestas internas, más se asemejan a confetis de compromiso que a guarnición de plato principal.

Y qué decir de esa pavorosa falta de programa. Porque están muy bien los lugares comunes, los remiendos de barrio, los eslóganes de laboratorio y las bombillas de colores. Pero ¿qué hay de lo principal?

¿Dónde nos hemos dejado a Toledo?

¿En qué consiste su concepto de la ciudad?

¿Cómo se formula?

¿Adónde se la quiere llevar?

¿Qué se pretende hacer con ella si es que algo se pretende que no sea el cansino y estéril trantrán de siempre?

¿Y qué hay de esa gran asignatura pendiente que sigue siendo el casco histórico, sin el cual Toledo no es sino una improvisación desparramada y caótica sin la menor gracia ni apenas sentido?

Bien, pues con todo y con eso, ahí la tenemos, en medio de la plaza de Zocodover (es un decir), a la vista de todo el mundo, con cara como de estar meando sin echar gota.

Y dicho esto, yo, que no soy quien para dar consejos a nadie, y menos a una experta en los recovecos de la mente humana, sí que me atrevería a darle dos de manera gratuita y desinteresada. Por ayudar más que nada y sin la menor acritud, que diría el otro.

A saber: "Querida doña Paloma, o relaja sus pinreles, que se adivina fácilmente que los tiene temblones y desorientados, y echa a correr hasta donde le den de sí antes de que sea demasiado tarde, o, por el contrario, quédese quieta parada, sea usted misma y, aunque usted y su amo formen parte de la familia aristocrática, mande a tomar por culo (con perdón) al enviado del conde Drácula."

















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